Historia, imperio, y democracia

Rodrigo López Oviedo

Resulta curioso que la caída del muro de Berlín hubiera servido, y esté sirviendo aún, a los teóricos de la burguesía para hacer creer a los pueblos que el socialismo es un sistema fallido y que con el capitalismo hemos llegado al fin de la historia.

Por supuesto que esta es una aseveración fabricada en los laboratorios de reflexión del imperio, mejor conocidos como Think Tanqs, o tanques de pensamiento, en los cuales algunos teóricos serviles, tipo Francis Fukuyama, se las ingenian para interpretar lo que ocurre en el mundo de manera conveniente a los intereses de quienes les pagan. Para el caso que se comenta, el doloroso traspié ocurrido tras la cortina de hierro fue presentado como la evidencia de la batalla perdida por los gobiernos socialistas ante el empuje de las democracias liberales.

Se trata, por supuesto, de una interpretación para la galería, pues si el imperio así lo creyera, no se saldría de los cueros cada vez que un pueblo resuelve orientarse por políticas soberanas y adopta decisiones económicas que chocan con los intereses de sus monopolios y los de las oligarquías lacayas. Ante tales circunstancias, su actitud se ha orientado a sofocar en la cuna, a sangre y fuego, tales manifestaciones independentistas, lo cual tira por la borda su tesis de que estamos ante el fin de la historia y de que no hay ninguna posibilidad de éxito en la intensión del pueblo rebelde de reorientar su marcha hacia formas de organización social distintas a la suya.

Son formas de proceder en las que evidencia su talante “democrático”, siempre dispuesto a defender en público una democracia que signifique elecciones periódicas, separación de poderes y libertades sin límites, aunque en privado jamás se ha sentido ni se sentirá molesto ante elecciones fraudulentas, separación de poderes meramente formal y libertades restringidas, siempre que vengan acompañadas de la observancia de otros principios que considera, esos sí, inalienables, como el de la libre empresa, el cual significa conservación de su poder económico, el de sus monopolios y el de las oligarquías secuaces, y representa la supervivencia del régimen capitalista.

Lo anterior explica el bloqueo y demás agresiones de que han sido víctimas Cuba, Venezuela y Nicaragua; el derrocamiento de Evo Morales; los juicios a Lulla y Cristina Fernández; la complicidad con gobiernos como los de Moreno, Piñera y Jeanine Añez, que ahogan en sangre la rebeldía de sus pueblos. Y se deduce de ello que no hay tal que el imperio defienda la democracia ni que el capitalismo represente el fin de la historia. La democracia la construyen los pueblos, y mientras estos existan, habrá historia.

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