PUBLICIDAD
de la que surge la dificultad de que una tan heterogénea masa poblacional, acate la ley de uniforme manera, así esté en riesgo su salud física y las de sus conciudadanos, cuando son tan diversas sus condiciones, puesto que su circunstancia económica se lo dificulta o impide.
Porque pedirle a quien no tiene resuelto su ingreso económico diario y por tanto la congrua subsistencia suya y la de su familia, que abandone la actividad de donde éste las deriva, y se recluya y aísle, es poco menos que ilusorio, ya que de acatar tal pedido se estarían poniendo, él y los suyos, en total estado de penuria e indigencia.
De esta forma, a esa gran masa de desvalidos, y sin querer hacerlo, se le está llevando a que se “coloque” por fuera de la ley y casi que obligándola a contravenir de manera grave, el llamado “orden público”, al punto de transgredirlo a sabiendas de ello, e insertarse entre los violadores del ordenamiento penal, con las graves consecuencias que ello conlleva.
Ante tan evidente circunstancia se impone en Colombia y de cara al futuro, la “solidaridad de grupo” como único elemento integrador y reductor de desigualdades, y medio para combatir las calamidades, a fin de que con ella se superen estos factores de desequilibrio social, aspirando que cuando retorne la normalidad y con ella la tranquilidad y el sosiego, nos quede aquella, como una positiva herencia de la malhadada pandemia.
De hecho ella está inscrita en los postulados de la doctrina religiosa que seguimos y nos orienta a la mayoría de la población y al espíritu de la Carta constitucional que nos gobierna, lo cual facilita su difusión y aceptación.
La política tributaria, rígida y exigente por antonomasia, ha podido demostrar en la actual coyuntura, que su inflexibilidad no es invariable cuando enfrenta la penuria o la dificultad del contribuyente para atender sus tributos.
La banca ha podido mermar su voracidad y se ha puesto en el lugar de aquellos que luchan por obtener su diario sustento, al igual que le ha ocurrido a muchos de los dueños del gran capital, cuando advierten la diaria dificultad del ciudadano del común para sobrevivir y cumplir cabalmente con sus obligaciones.
Las graves crisis son generadoras de grandes oportunidades y enseñanzas.
Aprovechemos las que derivan de esta pandemia y nos muestran que la solidaridad que no la violencia, ni la agresión, es el valor a destacar por excelencia en nuestro futuro comportamiento para con el semejante.
Comentarios