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Fue así como gracias al dadivoso amigo de marras y a la pandemia, que llegamos fortunosamente a desengabetar el relato que el profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén y hoy nuevo “Gurú universal”, Yubal Noah Harari, tras doctorarse en el tradicional centro de estudios de Oxford y bajo el mismo título de este artículo, nos hace del desenvolvimiento de las varias culturas humanas desde unos 70.000 años atrás, a partir de lo que él califica en su obra, como “la revolución cognitiva”, punto de partida, -según el texto-, en que la especie Homo sapiens empezó a formar y desarrollar esas complejas estructuras que aquí y ahora llamamos “la historia”, pasando por la “revolución agrícola” y la “revolución científica”, esta última, que luego de dar inicio a su reciente marcha apenas hace unos 500 años, bien puede conducirnos al presentido “fin de la historia” donde, como van las cosas-, podremos habérnoslas con un género humano ya no “sapiens” sino de otro grupo humano bien diverso a éste.
70.000 años desde los cuales, el Homo Sapiens, un insignificante animal que en un rincón del continente africano y en sus primigenios orígenes, apenas sí se ocupaba entonces de sus propias cosas, derivó en los milenios siguientes en “el amo y señor de todo el planeta” y “en el “terror del ecosistema“, al punto de verse convertido ya casi en un Dios, capaz de alcanzar una eterna juventud y lograr desarrollar capacidades, propias y exclusivas de la deidad, tales como las de crear y destruir a discreción, pese a la incompetencia que demostró en su devenir para mejorar la suerte de su propia especie, -no obstante haber reducido que no terminado, el hambre, la peste y la guerra-, y sin nunca haber podido encontrar la satisfacción plena, en tanto en cuanto no logró hasta hoy la merma de la cantidad de sufrimiento en el mundo y haberle causado una inmensa desgracia a las familias de los restantes animales.
Y lo que es más grave aún, convertido en un “dios hecho a sí mismo”, insatisfecho e irresponsable, que no sabe lo que quiere y sin claridad alguna en cuanto a sus objetivos, ni saber qué hacer, ni hacia a donde ir con toda esa tremenda carga de poder.
¿Habrá circunstancia más peligrosa que ésta?
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