“De animales a dioses”

Manuel José Álvarez Didyme

El encierro al que nos ha obligado la amenaza de contaminación con el ya famoso Covid-19, nos está brindando la oportunidad que hasta entonces nos la habían limitado las ocupaciones de rutina, de desempolvar lecturas que por semanas estábamos aplazando, pese al interés que nos sugerían, luego de que un gran amigo, de manera generosa y en un claro intento de actualizarnos, nos obsequiara con ellas.
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Fue así como gracias al dadivoso amigo de marras y a la pandemia, que llegamos fortunosamente a desengabetar el relato que el profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén y hoy nuevo “Gurú universal”, Yubal Noah Harari, tras doctorarse en el tradicional centro de estudios de Oxford y bajo el mismo título de este artículo, nos hace del desenvolvimiento de las varias culturas humanas desde unos 70.000 años atrás, a partir de lo que él califica en su obra, como “la revolución cognitiva”, punto de partida, -según el texto-, en que la especie Homo sapiens empezó a formar y desarrollar esas complejas estructuras que aquí y ahora llamamos “la historia”, pasando por la “revolución agrícola” y la “revolución científica”, esta última, que luego de dar inicio a su reciente marcha apenas hace unos 500 años, bien puede conducirnos al presentido “fin de la historia” donde, como van las cosas-, podremos habérnoslas con un género humano ya no “sapiens” sino de otro grupo humano bien diverso a éste.

70.000 años desde los cuales, el Homo Sapiens, un insignificante animal que en un rincón del continente africano y en sus primigenios orígenes, apenas sí se ocupaba entonces de sus propias cosas, derivó en los milenios siguientes en “el amo y señor de todo el planeta” y “en el “terror del ecosistema“, al punto de verse convertido ya casi en un Dios, capaz de alcanzar una eterna juventud y lograr desarrollar capacidades, propias y exclusivas de la deidad, tales como las de crear y destruir a discreción, pese a la incompetencia que demostró en su devenir para mejorar la suerte de su propia especie, -no obstante haber reducido que no terminado, el hambre, la peste y la guerra-, y sin nunca haber podido encontrar la satisfacción plena, en tanto en cuanto no logró hasta hoy la merma de la cantidad de sufrimiento en el mundo y haberle causado una inmensa desgracia a las familias de los restantes animales.

Y lo que es más grave aún, convertido en un “dios hecho a sí mismo”, insatisfecho e irresponsable, que no sabe lo que quiere y sin claridad alguna en cuanto a sus objetivos, ni saber qué hacer, ni hacia a donde ir con toda esa tremenda carga de poder.

¿Habrá circunstancia más peligrosa que ésta?

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DOME

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