¿En que ha devenido nuestra Policía?

Manuel José Álvarez Didyme

De pronto el clima de violencia que de tiempo atrás y sin solución de continuidad nos ha azotado, ha ido llevando a nuestra Policía a derivar en un cuerpo militar más, alejándolo de su naturaleza civil, a la que debiera obedecer acorde con el espíritu que informó su creación y respondiendo a la razón de ser de su existencia como acaece en toda democracia.
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Así las cosas, la formación que hoy vienen recibiendo sus integrantes al parecer se ha venido alterando, terminando por resultar más adecuada para los grandes combates que para la prevención del delito y el cotidiano amparo de los ciudadanos.

Una circunstancia, comprensible que no aceptable de ninguna manera, que aunada a la merma de la formación cívica de sus integrantes que la institución de un tiempo para acá presenta, -según se afirma-, ha llevado a que la comunidad esté llegando a dudar del papel que ese cuerpo tiene como elemento de contención de las conductas antisociales que la afecta, tanto que acabe por desconocerla y a veces hasta repudiarla y hacerse justicia por mano propia, brindándose auto cobijo y auto protección, o sea, una forma cierta de supervivencia como recientemente se ha visto en varias ciudades con personas que resultan severamente lesionadas a causa de los golpes que les inflige un grupo de airados vecinos, momentos después de que aquellas hubieran agredido o atracado a uno de estos, o que ciudadanos resentidos terminen por irrespetar la autoridad que los agentes encarnan, cuando éstos los requieren o reprenden por cualquier motivo, o cuando abusan de sus armas de dotación para defensa, generando serios daños en los enfrentamientos con los presuntos agresores o violadores, como lo recientemente sucedido en Bogotá con el resultado de un estudiante de derecho muerto a manos de quienes supuestamente están para la protección de la vida, honra y bienes de los asociados.

De gravedad suma resulta sí, que los altos mandos policiales no se percaten de lo que dicha situación está entrañando como generadora de violencia o lo hagan tardíamente, puesto que cualquier grupo social al querer sustituir la institución por sentirse desguarnecido y en manos del injusto actuar de los delincuentes, o ante el repudio a quienes no cumplen o abusan en su deber de controlar el orden, asume su autoprotección por encima o al margen de la ley, puede llegar a desbordarse, con el pernicioso resultado que el mal social que pretendía  precaver, resulta menos nocivo que el producido con “su voluntaria defensa del orden”.

Al respecto, bastaría mirar lo que pasó con los movimientos de autodefensa campesina con los cuales todo el país simpatizó al principio, convertidos hoy en el germen de la actividad paramilitar de la cual tanto nos estamos doliendo.

Un servicio eficiente y proactivo, y un cuerpo de policía con sentido y formación cívica que no militar, ni de combate, es lo que la ciudadanía reclama y al cual aspira, máxime en esta época de pandemia y desempleo donde el delito y sus criminosas expresiones se han exacerbado.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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