Democracia es, menos mesianismo y más participación

Manuel José Álvarez Didyme

El desastre recientemente ocurrido en la ciudad, a raíz del desbordamiento del río Combeima, nos ha llevado a reflexionar sobre la escasa capacidad de respuesta que tienen la mayoría de las comunidades locales en nuestro país para hacerle frente al cúmulo de dificultades que con frecuencia deben encarar, bien por falta de experticia, ya por carencia de recursos económicos, o la más de las veces por físico desinterés.
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De forma tal que la ausencia de  una adecuada participación ciudadana en la búsqueda de soluciones, termina por convertirse en el factor que incrementa los problemas, pues las comunidades resignan estas en la administración, y no actúan, ni participan con la presteza debida, y cuando lo hacen generalmente las mueven, razones más políticas, que cívicas, con lo cual terminan por apuntar a las soluciones menos eficientes y racionales.

De esta forma se están encarando los problemas, cuando estos ya se han convertido en verdaderas “urgencias”, y apenas si se atienden y a destiempo sus efectos, dejando incólumes sus verdaderas causas, las cuales terminan por incorporarse a aquello que el sociólogo Carlos Matus califica como “el paisaje social”.

Y en ese improvisado y por tanto asistemático actuar, se distraen las soluciones ideales, al atender los pequeños focos de alteración, mientras que de manera casi imperceptible se van acumulando, innúmeras situaciones críticas, con las cuales se acaba conviviendo y aceptando la incapacidad de las instituciones para darles solución; o lo más grave, con lo que se van incubando los grandes conflictos que hacen eclosión en los momentos menos pensados, con las tremendas consecuencias que ya conocemos.

Eludiendo la realidad, a través de paliativos mecanismos de adaptación y de defensa diseñados por cada quien a su manera, sin que importe que con ellos se transgreda o no la ley o se lesionen los intereses y derechos de los demás, los cuales a su vez hacen otro tanto, con el grave deterioro de la paz y la ética sociales.

Así, el desorden y la indisciplina terminan por expresarse en el comportamiento anárquico y agresivo de algunos ciudadanos, que en presuntuosa actitud estiman que las normas no son para ellos y/o violan las prohibiciones y desatienden la más mínimas precauciones, sin que nadie haga nada para evitarlo.

Generalizándose así un ambiente de frustración e irritación, en el que fácilmente se abren paso las variadas formas de violencia y criminalidad que a diario nos agobian.

Y en la arraigada creencia de nuestras gentes, que las dificultades terminan a partir de la aplicación de “fórmulas mágicas”, corren a buscar “al mesías” que promete una salida, olvidando que el cambio está en la base social, la cual debe comprometerse a elevar la responsabilidad de todos, para crearle conciencia de gobierno a la población y exigirle acción seria a sus gobernantes, y formular “planes serios” de enfrentamiento de sus problemas en sus manzanas, sus barrios y sus comunas: en una palabra, democratizándose.

Conscientes de que, solo si todos ponen, todos toman, como rezaba el original eslogan que hace ya un tiempo, el alcalde Mockus diseñó para la caótica Bogotá de entonces.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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