Ibagué una ciudad a la deriva

Manuel José Álvarez Didyme

Como una clara evidencia de la incompetencia y mediocridad de un burócrata que devenga y poco hace en nuestro desaliñado municipio, y del deterioro que este le está causando a la urbe y a los bienes puestos bajo su cuidado al no darles el oportuno y el diligente trato que estos merecen, es de destacar el ruinoso estado que presenta hoy la Plaza Murillo Toro, antaño sitial de orgullo arquitectónico de la ciudad, como lo reseñó e ilustró recientemente este diario.
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Y es que los habitantes de esta musical villa continuamos observando hoy, entre el asombro y la desesperanza, el deterioro sufrido por este paradigmático lugar bajo la regencia del Alcalde Hurtado quien inefablemente aspira a continuar su incompetente y desacertado mandato, “longa manu”, a través de una ignota candidata que, igual que él, desconoce la significación tanto histórica como urbana del sitio al que nos referimos y de tantos otros que decaen en la ciudad.

Al efecto, basta mirar cómo a una obra de tan sencilla factura, la maleza le invade lentamente sus predios; cómo su fuente de agua dejó de funcionar tiempo atrás y la reemplaza un hueco lleno de desechos; al igual que sus adoquines y los escalones que conducen a su espacio de utilidad que presentan quebraduras mil; en síntesis cómo es que dicho plaza se halla en estado de absoluto abandono, o como coloquialmente se dijera, “dejado de la mano de Dios” al punto de hallarse hoy convertido en centro de “consumo de sustancias psicoactivas” por parte de bandas de adictos.

Falta total de la debida curia, que viene determinando el paulatino decaimiento de todo lo construido de antaño en la ciudad, tales como sus andenes, sus calles, zonas verdes y planteles educativos, al igual que varios de sus parques como los del Centenario y Galarza, que reflejan hoy con pasmosa exactitud la capitis deminutio que está sufriendo Ibagué de forma gradual y lenta, casi que imperceptible en cuanto la deficiente calidad de los gobernantes que de un tiempo para acá la han regido, -hoy con superlativo acento del burgomaestre actual-, pues apenas se han limitado a ser simples espectadores del devenir local, luego de haber tenido en el pasado no muy lejano alcaldes líderes y constructores que hacían ver el futuro como realmente promisorio.

Y es que estamos hablando del ruinoso estado al que ha llegado este paradigmático lugar, obra ligada al devenir local como pocas, que tiene amplia significación para la historia política y cultural de la región, ubicado frente al edificio de la Gobernación del departamento y escenario de los más importantes sucesos políticos en tanto en cuanto sitio de convergencia de la clase dirigente del Tolima de todos los tiempos, al igual que, sede de los eventos multitudinarios de variada índole que se llevan y seguirán llevando a cabo en la ciudad, y plaza dedicada a la rememoración de uno de nuestros principales valores: Manuel Muillo Toro, médico, político y escritor, raizal del “Chaparral de los grandes”, como que nació el aquella población del sur de nuestro departamento, el 1° de enero de 1816, dos veces Presidente de los Estados Unidos de Colombia, creador del Ministerio del Tesoro, hoy de Hacienda y del Banco Nacional, Canciller y Secretario de Hacienda del país, unificador de la circulación de las monedas y responsable de su acuñamiento o amonedación en plata y bronce, mismo que impulsó la ley de tierras en 1852 y decretó que el 20 de julio se convirtiera en el día que simboliza la independencia de Colombia de la colonización española, la fecha más importante hoy de celebración patriótica del país. En suma un constructor de nuestro país.

 

MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME DÔME

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