La doble cara del virus

María Yolanda Jaramillo G.

La crisis que hoy afrontamos, se asemeja a una moneda con doble cara, una el Covid-19 “virus” de sanidad pública que acaba con la vida humana , con la rapidez premeditada por el efecto del contacto; la otra, representa el “virus” de penuria (pobreza) que se acentúa con el aislamiento social, única defensa para evitar el contagio masivo.
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Este “virus” (pobreza) concentrada en las cifras de desempleo, trabajadores independientes, sector informal, que trabaja día a día para su diario vivir. Al persistir esta situación, se aproxima un colapso del mercado laboral, sin empleo, sin renta, los pequeños negocios liquidados;  todos los que no tengan como vivir, van a estar ahí, solo que etiquetados como “pobres de solemnidad” o “nuevos pobres”. “Según un estudio de la Universidad de los Andes, se demostró la alta probabilidad, de que la pobreza en Colombia aumente hasta en 15 puntos porcentuales, a finales del 2020. Semejante retroceso sería atribuible, a la clase media vulnerable, asociada a la economía informal, que a lo largo del siglo había conseguido mejorar su calidad de vida” (Analista – Tiempo). Es esta la pobreza que surge en el ojo del huracán de la pandemia, con impactos a corto y mediano plazo; lo sabemos, pero lo más preocupante es reconocer que solo el Estado representado por cada una de las políticas a nivel regional y local, sea el único generador ineludible para ejercer el liderazgo, en los aspectos mencionados; no es solo vencer el contagio, sino vencer lo que aún, no se ha podido derrotar, la pobreza; que ahora se multiplicará, corriendo el riesgo de llegar a niveles de indigencia, sería un destino peor, que el que ahora nos angustia. El panorama político en este sentido  es abrumador, porque no predomina la “Racionalidad” en las decisiones, se actúa con mucha carga de intereses, que nublan la razón. En los planes de desarrollo no se manifiestan la prioridad hacia políticas públicas a favor del empleo, ni tampoco al mejoramiento o innovación de las condiciones de seguridad social, lo cual, es un imperativo en estos momentos. Afortunadamente en varios departamentos, donde su clase política ha exigido, que los planes de desarrollo, que se habían aprobado antes de la crisis requerían ser modificados en sus propósitos de campaña electoral, ajustándolos al momento que se vive. No es el caso del Tolima, su plan de desarrollo aprobado prioriza la infraestructura y en la Alcaldía la mayor destinación presupuestal es para Ibagué – Sociocultural, esperamos que sea, mejor calidad de vida…

Los tolimenses confiamos, que el gobierno no resulte aplicándonos la máxima “Sálvese quien pueda”.

MARÍA YOLANDA JARAMILLO

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