Cuba entra en escena

Santiago Martin

Fundador Franciscanos de María

Tardaron un poco en hacerse oír, pero desde que se decidieron los primeros no han dejado de producirse nuevos apoyos. Me refiero a la solidaridad de los Episcopados latinoamericanos con sus colegas de Venezuela, ante la grave situación que se vive en ese país. Si fueron los panameños y los colombianos los que empezaron, le siguieron los ecuatorianos y más tarde los nicaragüenses, con la intervención -tímida- del Celam y la mucho más importante del secretario de Estado vaticano y del propio Papa. Esta lista se cierra, de momento, con el apoyo de los obispos cubanos a los venezolanos.

Aunque aún falta por pronunciarse el Episcopado de una de las naciones de ese club populista-marxista, que es el de los países del Alba (me refiero a Bolivia, aunque quizá lo hayan hecho y yo no me haya enterado), la intervención de Cuba es especialmente importante, porque allí, en Cuba, empezó todo.

Cuba está en una situación límite. Su PIB ha caído el 0,9 por 100 el año pasado. Trump ya ha dicho que va a renegociar el acuerdo firmado por Obama, reclamando a los dirigentes comunistas de la isla más respeto a los derechos humanos.

Venezuela ya no puede seguir regalando los cientos de miles de barriles de petróleo que le regalaba. E incluso Rusia, de la que se había dicho que estaba dispuesta a volver a apoyar a los dirigentes cubanos, ha advertido que todo lo que mande se debe pagar y que no está dispuesta a que Cuba se convierta en un saco sin fondo para ellos, como sucedió durante los años en que fue su colonia caribeña, que le costó a la URSS la friolera de 65.000 millones de dólares, que siguen aún sin devolverse.

Pero Cuba ha sido también la “madre patria” de las revoluciones marxistas latinoamericanas. Entre sus médicos, iban agentes del Gobierno cubano para controlar cada vez más la política de los países a los que supuestamente ayudaban. Una ayuda, por cierto, nada barata. Se calcula que la primera fuente de divisas del país no son las remesas que los exiliados mandan desde Estados Unidos u otros países, sino lo que envían los médicos, militares y otros “enviados especiales” que Cuba ha ido sembrando por Latinoamérica e incluso África.

Pues bien, todo esto se está acabando y, mientras tanto, el soñado aumento turístico que se pensó que iba a producirse tras el acuerdo con Obama no ha tenido lugar en las cifras que se barajaron. Los políticos cubanos están nerviosos. Ellos han “cubanizado” Venezuela y ahora puede “venezolarse” Cuba. Maduro ya no les sirve. Se ha convertido en un estorbo.

Por todo eso es muy importante y significativo que el Episcopado cubano se haya solidarizado con el venezolano y haya afirmado que les apoyan “en su apego a la legalidad constitucional”. Esa frase puede parecer inocua, pero ahí está el meollo del asunto y el motivo por el que el pueblo de Venezuela no deja las calles y paga día a día el tributo de su sangre para no perder los escasos márgenes de libertad que les quedan.

Los obispos de Cuba tienen la valentía para hacer y decir lo que consideran oportuno, aún a costa de ser perseguidos por ello. Pero no creo que, con lo prudentes que han sido en estos largos años de tiranía comunista, ahora hayan dado ese paso sin un cierto beneplácito de sus gobernantes. Es decir, me da la impresión de que a Maduro le están abandonado los suyos, que es lo que sucede cuando dejas de ser útil a la causa y te conviertes en un estorbo, lo cual puede pasar también en la Iglesia a corto plazo. A Maduro ya le criticó Correa, el de Ecuador, y ahora las críticas vienen nada menos que de Cuba. Sólo falta Evo Morales para que su partida de defunción quede lista para la firma. ¿Y por qué? Porque lo de Venezuela es tan grave que ni siquiera el control que la izquierda tiene sobre la mayor parte de los medios de comunicación del mundo puede minimizarlo o censurarlo. Venezuela demuestra lo que sería el mundo si los amigos de Maduro llegaran a gobernar. Para saber lo que ocurriría en una Francia con Mélenchon o en una España con Pablo Iglesias, basta con mirar a Venezuela. Por eso la derecha es tan lenta a la hora de intervenir. Y también por eso es la izquierda la que tiene que hacerlo. Tiene que caer Maduro y los cubanos acaban de mover ficha, aunque muchos no se hayan enterado.

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