Eucaristía y vida

Santiago Martin

Pasan muchas cosas en la Iglesia cada semana y a veces son tan graves que no queda más remedio que fijarse en ellas para aportar un poco de luz en medio de la confusión. Sin embargo, con eso se corre el riesgo de ver sólo lo negativo, lo cual no deja de ser tan parcial y tergiversador como si sólo se viera lo bueno y se pretendiera vivir en un mundo feliz mientras casi todo se derrumba a nuestro alrededor.

Aunque esta semana nos ha sobresaltado -y asustado- la afirmación del cardenal Cupich de Chicago de que, en aras del diálogo, hay que estar dispuesto a renunciar a “nuestras más queridas convicciones”, mientras él no sea más explícito y diga a qué convicciones se refiere -quizá la presencia real del Señor en la Eucaristía o la virginidad de María- podemos dejar pasar esa afirmación como una de tantas que se echan a correr más como globo-sonda que como proyecto concreto. No me parece a mí que en Chicago aquel famoso Eliot Ness dialogara mucho con Al Capone, pero a lo mejor estoy equivocado y nos han vendido una “fake news” y resulta que ambos eran amigos de colegio y jugaban juntos a las cartas todas las noches.

En cambio, esta semana lo bueno es mucho. Bueno y más que bueno es la decisión del Papa de dedicar sus catequesis de los miércoles a la Eucaristía. La de esta semana ha empezado por afirmar lo mismo que dijeron los martes de Abilene en la última persecución que sufrieron los cristianos a manos de los emperadores romanos: “Sin la Eucaristía no podemos vivir”. Sin la Eucaristía, efectivamente, no podemos ni llevar la cruz de cada día ni encontrar el consuelo, la paz, la esperanza que necesitamos. La Eucaristía es Cristo y sólo su existencia evita que estemos a todas horas diciendo aquello que repetían San Pablo y Santa Teresa: “Para mí la vida es Cristo y una ganancia morir”.

Una buena noticia es la aprobación de las virtudes heroicas de dos futuros beatos: Juan Pablo I -el Papa breve, que dio paso a San Juan Pablo II y que iluminó el mundo con su sonrisa- y un sacerdote jesuita, Tomás Morales. No conocí al P. Morales, pero sí a algunos de sus hijos e hijas espirituales y, como se suele cumplir aquello de “por sus frutos los conoceréis”, debió ser un gran santo. Lidia Jiménez, la responsable de la rama femenina de su institución, es una de las mujeres más valientes, inteligentes y santas que he conocido. Felicidades a ella y a todos los que beben en la sana espiritualidad ignaciana del P. Morales.

Por último, otra buena noticia que, de paso, debe hacernos reflexionar. En Francia, el presidente de los evangélicos ha hablado en la asamblea del Episcopado y ha pedido a los obispos que católicos y protestantes hagan un frente común para defender la vida y la familia. En varios países de América han sido los protestantes los más valientes y claros defensores de los tres “principios innegociables” de Benedicto XVI, ahora muchísimo menos defendidos por los católicos, quizá por aquello del diálogo de que hablaba el cardenal Cupich. Los protestantes están asumiendo la bandera de la defensa de la vida que estamos dejando los católicos y eso sí debería hacernos reflexionar.

En todo caso, no olvidemos lo que nos ha dicho el Papa esta semana: “Sin la Eucaristía no podemos vivir”.

Fundador Franciscanos de María

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