Chantaje al Papa

Santiago Martin

La actualidad eclesial de esta semana ha estado acaparada por la entrevista que el Papa Francisco concedió a la cadena de televisión mexicana Televisa. Sin restarle importancia a las declaraciones del Pontífice, sobre todo a las concernientes a las del caso McCarrick, me parecen más importantes otras declaraciones que no proceden del Santo Padre, pero que le ponen o le van a poner en una situación muy comprometida.

Me refiero a las que ha efectuado el obispo de Essen, Alemania, monseñor Overbeck. Son unas declaraciones que, por su gravedad, no sólo me han dejado muy preocupado sino estupefacto. Sin cortarse, abiertamente, ha afirmado que, si no se le da a la Iglesia alemana lo que pide, va haber una ruptura más profunda que la que causó la reforma de Lutero.

Está hablando claramente de cisma y está amenazando con él, no sólo por parte de la Iglesia alemana sino también por parte de otras Iglesias o, al menos, por parte del sector liberal del conjunto de la Iglesia católica. Monseñor Overback ha puesto las cartas sobre la mesa. Quieren modificar la moral sexual de la Iglesia, lo cual incluye aceptar la homosexualidad, las relaciones fuera del matrimonio y la ideología de género; además, piden la ordenación sacerdotal femenina y el fin del celibato obligatorio, la admisión de los protestantes a la comunión y también de los divorciados vueltos a casar. O se les concede esto o lo van a aprobar y permitir por su cuenta, al margen de lo que diga Roma.

Lo primero que he pensado es en el Papa. Él ha dicho reiteradamente -la última vez en la entrevista a Televisa-, que es conservador en lo doctrinal. Ha rechazado el aborto y la eutanasia, ha condenado la ideología de género, ha negado la validez de los matrimonios homosexuales y ha insistido en que la familia sólo puede estar formada por un hombre y una mujer y, recientemente, dijo que no había ninguna posibilidad de admitir el sacerdocio femenino y que el que se quisiera ir de la Iglesia por este motivo, que se fuera.

No me cabe duda, por lo tanto, de que se mantendrá firme en el rechazo a todas las pretensiones de los obispos alemanes y, con ellos, del sector más protestantizado de la Iglesia, los llamados cato-protestantes, que son los que están preconizando la conocida como “nueva Iglesia”. Según esto, la ruptura sería inevitable. Inevitable también porque si el Papa cediera -me parece imposible que eso ocurra-, los que se irían serían los que se mantienen fieles a la Palabra de Dios y a la doctrina bimilenaria de la Iglesia, a los cuales sus enemigos cato-protestantes insultan llamándoles fascistas, reaccionarios y fariseos, entre otras cosas.

No hay que olvidar, para valorar lo que está sucediendo en toda su amplitud, que los que le han echado el órdago al Papa -o nos das todo esto, o nos vamos-, son los que se han presentado hasta ahora como sus más fervientes partidarios, y que tienen, además, el apoyo de los grandes medios de comunicación y del dinero que se mueve tras ellos. Es como si temieran que se les pase la oportunidad de sacar adelante sus propuestas, porque el Papa va ya camino de los 83 años, y quisieran acelerar, aun a costa de poner al Santo Padre en una situación difícil.

En todos estos años, nunca, ninguno de los obispos o cardenales fieles a la tradición ha hablado de que si no se hacían determinadas cosas se iban a ir de la Iglesia; nunca le han hecho un chantaje al Santo Padre, y eso que pasan por ser sus más acérrimos enemigos. En cambio, ahora, son sus supuestos amigos los que le llevan a una situación límite. Aunque no tengan razón, de alguna manera le están diciendo: nos debes el cargo a nosotros y no debes olvidar que somos los que mandamos y que tú eres un empleado nuestro, así que tienes que hacer lo que nosotros digamos. Esto, aparte de lo inaceptable del contenido de lo que piden, es intolerable. El Papa no puede ser sometido a chantaje y cuando los que lo hacen tienen la osadía de hacerlo público, es que son conscientes de su poder o que están realmente desesperados porque ven que el tiempo se les acaba.

Tenemos que apoyar al Papa con nuestras oraciones, para que no ceda a lo que le exigen los cato-protestantes.

Él tiene la misión de unir, pero no pagando cualquier precio. Aunque no emplee las mismas palabras que les dirigió a las monjas que querían ser sacerdotisas, el contenido de su respuesta debe ser el mismo: somos fieles a Cristo y a su enseñanza y el que se quiera ir que se vaya. Rezamos por el Papa, para que sea siempre fiel a su misión de ser el vicario de Cristo, el que custodia y protege el tesoro de la revelación y no el que lo cambia.

Fundador Franciscanos de María

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