La leche derramada

Santiago Martin

No sabemos lo que puede pasar en el Sínodo de la Amazonía. Tras la etapa llamada de “círculos menores”, donde en grupos lingüísticos se van elaborando las proposiciones, ahora se tendrán que estudiar éstas, para hacer un borrador con ellas, antes de ser sometidas a nuevas revisiones y por último a las votaciones. Los últimos Sínodos esto se ha llevado en secreto y en éste las filtraciones son muy pocas.

Por decisión del Papa, conocida a través de su portavoz, las intervenciones del Pontífice también son secretas. Lo poco que se sabe es que el Santo Padre pone cara de disgusto antes algunas intervenciones muy radicales y que habría expresado su malestar lamentando que muchos sinodales hubieran llegado con el propósito de establecer cambios que supusieran una ruptura con la tradición, es decir, con el propósito de aprobar el sacerdocio de los casados y el diaconado femenino como paso hacia el sacerdocio y el episcopado.

Estos cambios son, según parece, el sentir mayoritario de la asamblea. “No tenemos que cambiar cosas y no tenemos que crear otras estructuras”, dijo el Santo Padre ante todos los padres sinodales, sin que al parecer le hayan hecho mucho caso.

Pero no solo eso, los grandes pesos pesados de la Curia han intervenido con un tono muy moderado, incluso se podría decir que conservador. El cardenal Stella, prefecto de la Congregación para el Clero y que pasa por ser uno de los más próximos al Pontífice, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos dijo que un tema como el de los curas casados no podía debatirse en un Sínodo que afecta solo a una parte de la Iglesia y propuso estudiarlo en un Sínodo en el que estuviese representada la Iglesia entera y, por lo tanto, con mayor participación de obispos que no desean introducir ese tipo de sacerdotes.

Ante esto, y a la espera de lo que suceda esta semana, la última del Sínodo, creo que hay que recordar que éste, como cualquier otro, es solo consultivo y que lo que se apruebe no tiene fuerza de ley ni valor magisterial. Es el Papa el que tendrá la última palabra.

Sin embargo, hay que reconocer que va a ser muy difícil echar el freno a última hora, cuando el coche va embalado hacia el abismo y que el Papa recibiría un aluvión de críticas por parte de los que han pasado por ser sus mejores amigos y que, como he dicho mil veces, son sus peores enemigos.

Está saliendo a la luz lo que estaba escondido en lo profundo de los corazones, como le dijo el anciano Simeón a la Santísima Virgen cuando fue a presentar al Niño Jesús al Templo de Jerusalén. Eso tiene un aspecto positivo, pues es como si la enfermedad diera la cara. La cuestión es cómo se va a curar la enfermedad, una vez que ya sabemos la gravedad de la misma. La leche derramada no se puede volver a meter en la botella, pero para Dios todo es posible. Recemos.

Fundador Franciscanos de María

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