Los retos del próximo Alcalde

Edwin Andrés Martínez Casas

En poco menos de dos meses, la ciudad de Ibagué se apresta a elegir alcalde, concejales e integrantes de las juntas administradoras locales, en un contexto signado por varios factores de orden nacional de los cuales la ciudad no es ajena.

De un lado, la posibilidad de que el Gobierno nacional y la guerrilla de las Farc lleguen a un acuerdo final que ponga fin a la confrontación armada con esta organización ilegal abre una serie de retos para una ciudad como Ibagué que es receptora de población desplazada –de hecho la población desplazada en Ibagué creció en 3.058 personas de acuerdo con el informe de calidad de vida de Ibagué Cómo Vamos- y seguramente será también receptora de población desmovilizada.

De otro lado, la economía colombiana se enfrenta a serias dificultades derivadas del modelo económico y de la crisis internacional que ahora empieza a tocar la puerta de las economías denominadas “emergentes”. La caída del precio de los productos básicos, en especial el petróleo, ha tenido un impacto adverso en las finanzas públicas y en el conjunto de la economía, por lo cual es de esperarse que el crecimiento económico se ralentice con posibles consecuencias negativas en materia de generación de empleo.

Para nadie es un secreto que Ibagué es conocida nacionalmente por tener serios problemas en su mercado laboral que conducen a padecer de forma endémica niveles de desempleo superiores al promedio nacional, así como índices de informalidad que desdicen de la calidad del empleo generado por el aparato productivo de la ciudad.

Bajo este contexto general, la ciudad enfrenta una serie de problemáticas ligadas a las transformaciones urbanas y económicas de los últimos años y que ponen de relieve la urgencia de definir un proyecto de ciudad, una hoja de ruta que proyecte hacia dónde debe ir Ibagué.

El conjunto de problemas o transformaciones es diverso, pero estos se encuentran estrechamente relacionados: construcción de grandes conjuntos habitacionales de apartamentos, dejando de lado la ciudad de casas que caracterizó el paisaje urbano ibaguereño durante décadas; problemas de movilidad –que no necesariamente se resuelven construyendo más vías-, mayores demandas de servicios públicos, desempleo e informalidad, serios problemas en el suministro eficiente de agua, situación que podría agravarse si se cumplen los pronósticos de reducción significativa del caudal del río Combeima en los próximos años como consecuencia del cambio climático, la deforestación y la falta de planificación ambiental del territorio. Estos y otros problemas deben hacer parte de la agenda de ciudad en los próximos años.

Mención especial merece la expansión de la ciudad con sus posibles consecuencias en materia de segregación espacial, sumada a la segregación socioeconómica que caracteriza en general a las ciudades latinoamericanas.

Precisamente, el informe de calidad de vida preparado por Ibagué Cómo Vamos, muestra que si bien en los últimos años la pobreza y la pobreza extrema han cedido incluso por debajo del promedio nacional, la desigualdad de ingresos sigue prácticamente intacta; a este panorama se puede sumar la segregación espacial en curso, gracias al tipo de expansión urbana que se viene presentando, en la que predomina la construcción de vivienda para estratos 4, 5 y 6 y la ausencia de construcciones de viviendas para los estratos más bajos de la población, así como la precaria oferta de espacios públicos.

La creación de conjuntos cerrados con sus propias zonas de recreación, así como la instalación de grandes centros comerciales no sustituyen la necesidad de que la ciudad tenga una oferta de espacio público y cultural en el cual se rompa el círculo de la segregación material y simbólica, la exclusividad y la recreación de acuerdo con la capacidad de pago. Así las cosas, resulta fundamental que la planificación del territorio tenga como principios rectores el componente ambiental y la promoción de la justicia espacial.

De esta forma, Ibagué podrá ser una ciudad más amable, en especial con los sectores más vulnerables de la población que no la viven a diario, sino que la padecen.

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