¿Por qué ganó Donald Trump?

Edwin Andrés Martínez Casas

@edanmar80

En la madrugada del miércoles se conoció que el magnate Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos, imponiéndose a Hillary Clinton, la candidata demócrata. Y aunque la mayoría de los formadores de opinión apostaba por una victoria de su contrincante, no faltaron las voces que señalaban la seria posibilidad de que este “showman” misógino y desabrochado pudiese conquistar la Casa Blanca.

En varias columnas de opinión se ha hecho énfasis en el estilo de la campaña y del mismo candidato republicano para explicar su éxito. Una campaña que se basó en alimentar emociones negativas: racismo, xenofobia, machismo se convirtieron en un coctel atractivo para muchos votantes. No obstante, me parece que esta explicación olvida el contexto en el que este tipo de discursos pueden tener audiencia.

En primer lugar, es importante señalar que el triunfo de Trump se da en un contexto de profundo desinterés y apatía de parte de la mayoría de electores. Si se compara con las elecciones de 2008, cuando Obama alcanza el triunfo montado en el desprestigio del gobierno republicano de George W. Bush y la profunda crisis financiera y económica que dejó sin vivienda y empleo a un importante sector de las capas medias norteamericanas, en la que la votación por los dos candidatos sumó ciento treinta millones de votos, en las elecciones del martes esta cifra descendió casi diez millones de votos. Pero esta disminución se explica fundamentalmente por la reducción del caudal electoral de los demócratas. En general, la votación republicana se mantuvo constante.

Lo anterior muestra que buena parte de los votantes que habían apostado por Obama en 2008, le cobraron al presidente sus precarias realizaciones. El gobierno demócrata no cumplió las expectativas, en especial de las capas medias e incluso de la población afroamericana y latina, que vio cómo la violencia, estigmatización y discriminación continuó sin que el gobierno reaccionara enfáticamente para defender sus derechos, así como los resultados agridulces en cuanto a la recuperación económica de los sectores poblacionales más afectados por la crisis.

Una manifestación de lo anterior es que el 29% de los votantes latinos, el 8% de los afroamericanos y el 42% de las mujeres votaron por el republicano, a pesar de sus temerarios discursos contra estos segmentos poblacionales.

A Trump le resultó fácil aparecer como un candidato “anti establecimiento”, pues su pasado está más vinculado con el mundo de los negocios y no con el de la política, a diferencia de la candidata demócrata, una política profesional ligada a los intereses del sector financiero. La caída en la votación demócrata es un castigo a estos vínculos, pues un sector importante de las capas medias norteamericanas fue víctima de la voracidad de la banca a tal punto que muchos de ellos perdieron sus ahorros y viviendas tras la crisis de 2007.

Finalmente, es este escenario de crisis económica, retroceso industrial y dificultades en el mercado laboral el que explica en parte por qué ese discurso agresivo contra los latinos, en especial mexicanos, tuvo eco en una porción significativa de la población americana. Los migrantes, legales e ilegales, fueron el chivo expiatorio para sustentar la pérdida de empleos por parte de algunos sectores blancos de capas medias que han sufrido un proceso de disminución de sus ingresos y estándares de vida.

La construcción de un muro en la frontera con México, la promesa de expulsar más de doce millones de inmigrantes, así como la revisión del libre comercio, se mostraron como las medidas más racionales a los ojos de millones de norteamericanos quienes compraron la tesis según la cual estaban perdiendo sus empleos y en general sus oportunidades de labrarse un futuro próspero como consecuencia de la presencia extranjera.

En síntesis, mientras los demócratas con Obama y Clinton a la cabeza hicieron todo lo posible por desinflar su capital político y sus bases sociales de apoyo, Trump logró mantener y ampliar un poco a nuevos sectores el electorado conservador que históricamente ha acompañado al partido republicano.

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