El lío de las fufurufas

La VI Cumbre de las Américas no pasará a la historia por el veto gringo a la participación de Cuba, ni por la falta de solidaridad de los presidentes americanos con la Argentina, en su legítimo derecho por la soberanía sobre las islas Malvinas.

Tampoco se recordará por acuerdo comercial alguno o por un discurso que haya exaltado las riquezas sin par que tiene el nuevo mundo. La Cumbre de Cartagena, en fin, fue lánguida en resultados políticos y sociales, aunque los guardaespaldas de Obama nos hayan hecho saber, por todos los medios, que estuvo del ***.

Los colombianos, fieles a la doble moral, llevamos una semana haciéndonos cruces por la irresponsabilidad de los agentes secretos que cayeron redondos ante los deliciosos encantos de nuestras morenas, acto que los llevó a descuidar la seguridad del gran jefe de la región.

El problema real, sin embargo, no es que unos facinerosos hubieran aprovechado el momento para obligar a Obama a comerse unas culonas, o para llevarlo de paseo a la serranía del Perijá, cosa que poco nos habría importado, sino que hubieran metido al hotel a unas fufurufas.

Hay que entender a estos policías monos: el estrés de cuidar al dios del planeta de tantos peligros como hay, sumado a los demonios que despiertan las cadenciosas mulatas en las noches de playa, brisa y mar que siempre ofrece Cartagena, les produjo tal aumento de testosterona que los puso a convulsionar en pareja sin que importara el mundo ni su responsabilidad con Obama.

Este hecho, que es natural y de la esencia de todo ser humano, hoy es criticado sin piedad alguna por los que hacen lo mismo cada vez que visitan la “Heroica’.

Es más, según investigaron los periodistas, muchos de los turistas nacionales y extranjeros que visitan ese paraíso terrenal, buscan menores de edad, niñas, para satisfacer sus inclinaciones pederastas, perversión esta que son los primeros en criticar y condenar cuando las noticias dan cuenta de algún religioso que tuvo el mismo desliz.

No creo justa la condena a los gringos por haber probado los dulces encantos del Caribe colombiano, que tanto se ‘venden’ abierta y subrepticiamente al mundo entero.

Tampoco que los traten de tacaños por no pagar completa la tarifa a las fufurufas, pues sabemos de la dura crisis económica que afrontan en estos momentos.

Lo único que deseo para todos, muy a mi pesar, es que la próxima vez que vayan a Cartagena no la pasen del ***.

Credito
Jairo Martínez

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