La grandeza de los grandes

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El pasado martes 23 de abril se celebró el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, este día fue elegido en París el 15 de noviembre de 1995, por la Conferencia General de la Unesco, porque en torno a esta fecha murió Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare, el Inca Garcilaso de la Vega, y para este mismo momento, providencialmente se le estaba haciendo la despedida a Gabriel García Márquez, el más grande hombre que ha emergido de las prodigiosa tierra de Colombia.

Ante el doble acontecimiento al que hemos sido llamados, bajo diferentes circunstancias, pero bajo una sola unidad temática: la conmemoración de los grandes y el justo homenaje a todos los autores, a quienes se les debe la perpetuación de las expresiones culturales de las naciones, es obligado evocar las palabras de Charles Dickens: “Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes”. Es dentro de este contexto donde se debe reconocer a los protagonistas de la creación literaria, de ese mundo invisible en el cual se monta las relaciones con calor humano y no con la helada frialdad de la lógica de la utilidad y el poder. De ahí la esencia del ser escritor: su sensibilidad al dar forma a la fantasía, al poner a los sueños alas.

A todos, a quienes de una u otra forma están adentrando en el mundo de las letras, o están codeándose en el mercado de la literatura universal: mi reconocimiento por desentrañar la identidad de sus tierras y mi esperanza para que no desfallezcan en el camino. La labor emprendida por ustedes denota esfuerzo y distancia, de ahí el legado que ha dejado Gabo, ese ser humano y literato, ahora inmortal y quien con sus libros ya tomó vigencia en el panteón de los clásicos: Él es reconocido no solo porque hizo libros, sino porque también hizo amigos, dualidad perfecta del equilibrio, y con ello forjó historia, forjó espíritu.

Su herencia es producto de esa voluntad inquebrantable que siempre lo asistió y que solo es propia de los grandes, como es concebida dentro del proverbio chino: “Las grandes almas tienen voluntades; las débiles tan solo deseos”; porque la Voluntad es la aureola y la grandeza de los grandes, y esa es la talla, la inspiración y el ejemplo que dejó a las nuevas generaciones ese gran maestro de maestros.

Su partida, al igual que el reconocimiento que se hace a todos los escritores en esta fecha emblemática, sea aguijón para quienes están incursionando en el universo de los libros y la daga que desgarre la falta de compromiso institucional para apoyarlos. ¿Cuánto diamante en bruto vendrá detrás?, y es el Estado quien debe tener la responsabilidad de explorar y explotar esos nuevos talentos, solo así se consolidará el homenaje póstumo a nuestro Nobel y se garantizará que la fuerza inspiradora dejada por él sobreviva el implacable paso del tiempo.

Credito
ROSMERY MARTÍNEZ ROSALES Representante a la Cámara

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