Los negocios del expresidente

Mauricio Cabrera Galvis

Una de las mayores causas de la corrupción de una democracia es que los gobernantes usen sus cargos y su poder político para beneficiar sus propios negocios y enriquecerse. Es una forma más sofisticada que la corrupción tradicional que es la apropiación de los recursos públicos para beneficio propio, y fue una de las peores lacras del gobierno del ahora expresidente Trump (¡qué alivio se siente al poder escribir expresidente!).
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Más aún, con la información que poco a poco va saliendo a la luz pública se llega a pensar que todo el montaje legal e ilegal que armó Trump para desconocer la contundente victoria de Biden y quedarse en la presidencia no tenía solo motivos políticos y psicológicos por su megalomanía, sino además un profundo interés económico: salvar de la quiebra su imperio económico afectado por la pandemia.

Desde que entró a competir en las elecciones primarias del partido republicano, se decía que el interés de Trump no era tanto llegar a la presidencia –objetivo que veía muy lejano- sino promocionar su marca personal para valorizarla y hacer más negocios. Para sorpresa de muchos, fue elegido candidato republicano y después ganó la presidencia, pero eso no le implicó abandonar sus intereses económicos, sino que por el contrario le abrió el apetito para poner el inmenso poder de la presidencia a su servicio y el de su familia.

La primera señal de menospreciar el evidente conflicto de interés se dio cuando al iniciar su mandato no aceptó dejar la administración de sus negocios en un fideicomiso independiente, sino que la entregó a sus dos hijos Eric y Donald, quienes siguieron promocionando la marca Trump y haciendo negocios con ella.

Otro de los muchos ejemplos de esta mezcla del poder político y los negocios son los millones de dólares de ingresos que los hoteles y las propiedades de la organización Trump recibieron de agencias gubernamentales, empresarios y también gobiernos extranjeros deseosos de hacer negocios con el gobierno americano.

La revista Forbes –que no es propiamente una publicación de los comunistas norteamericanos- reporta que en la última campaña presidencial la organización Trump recibió 6.9 millones de dólares de recursos, que se recibieron de donantes para financiar la campaña. Existe, además, la gran duda de qué va a hacer Trump con los cerca de 200 millones de dólares que recogió para defender el supuesto robo de las elecciones.

Los hijos de Trump han seguido las enseñanzas de su padre. Por ejemplo, la promoción en los actos oficiales, y por funcionarios del gobierno de las prendas y accesorios vendidos por Ivanka Trump, o sus negociaciones con el gobierno chino para vender sus productos en ese país. O la ley de 2017 que dio beneficios tributarios a las áreas conocidas como “opportunity zones”, 13 de las cuales eran propiedad de la familia Kushner del yerno de Trump. Parece que hubieran copiado el modelo de los terrenos para zonas francas en Colombia.

El problema para la familia Trump es que, a pesar de todos estos beneficios, la pandemia disminuyó sus ingresos en unos USD 150 millones el año pasado, lo que les va a dificultar pagar los créditos que por USD 300 millones se les vencen el año entrante. Para salvar el negocio era urgente mantener la presidencia y tal vez explica la reticencia a cerrar la economía a pesar de los 400.000 muertos.

MAURICIO CABRERA GALVIS

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