El relativismo moral de Santos

La escuela del relativismo moral no reconoce principios morales fundamentales sino que los relativiza en función de las circunstancias o de la tradición de una sociedad. Esa pugna entre relativismo y objetivismo ha sido zanjada, en materia política, por la comunidad de naciones en los acuerdos vinculantes que dieron lugar a la carta democrática de la OEA y al estatuto de Roma, entre otros.

La escuela del relativismo moral no reconoce principios morales fundamentales sino que los relativiza en función de las circunstancias o de la tradición de una sociedad. Esa pugna entre relativismo y objetivismo ha sido zanjada, en materia política, por la comunidad de naciones en los acuerdos vinculantes que dieron lugar a la carta democrática de la OEA y al estatuto de Roma, entre otros. 

El presidente Santos ha optado por atravesar esa línea roja y ubicarse en el lado equivocado, es decir, no con el mundo civilizado que concurrió a esos acuerdos, sino con los forajidos contra quienes dichos pactos iban dirigidos. Ponerse del lado de la dictadura Venezolana, abandonando a los demócratas que ganaron las elecciones, es conducirse bajo el marco moral que gobernaba las decisiones y las relaciones internacionales de los déspotas del medioevo. Pero así es Santos, un relativista moral extremo que cree que mancillando valores fundamentales como la justicia y legitimando dictaduras en el vecindario, puede obtener la paz, o más bien, la sensación de falsa paz que permita su reelección.

Pero veamos con quienes es que Santos hace causa común, porque ocurre que las ceremonias solemnes, las bandas presidenciales y la pusilanimidad de organismos como Unasur, pueden trocar a un bandido en estadista: El jefe de la banda de milicianos armados Chavistas de un barrio de caracas, relata en un reportaje a Semana que se inició con Nicolás Maduro en la revolución quemando buses y poniendo explosivos, develando así la verdadera naturaleza violenta del dictador. La otra cabeza visible del régimen, el ex teniente Diosdado Cabello, revelo su catadura cuando sonrió complaciente en momentos en que molían a patadas en el piso de la asamblea nacional a María Corina Machado. Y eso para no hablar de los generales y ministros que operan el negocio del narcotráfico y protegen a las FARC, o de los boliburgueses que engordan sus cuentas suizas con la corrupción . La dictadura venezolana es, no cabe duda, una banda de forajidos que se apropió de un país y con los cuales nuestro presidente tiene intimas ligazones. Que ignominia!!!     

Legitimar a la banda de las FARC, a la vez que se legitima la banda que encabeza Maduro, es convertir un problema de orden público que se soluciona con una política de seguridad, y un problema de relaciones internacionales, que se soluciona con una diplomacia firme, en un problema político enorme que puede derrumbar nuestro estado de derecho. 

Es increíble que Juan Manuel Santos nos aleje de los debates políticos necesarios para derrotar la pobreza en Colombia, o para hacer de nuestro país una Korea del Sur o una Irlanda, y en cambio, nos ponga en pie de lucha para defender el sistema democrático y los valores morales que lo sustentan. Eso ya debería estar superado, pero es la realidad, Juan  Manuel Santos con su relativismo moral extremo, le ha inoculado a nuestra democracia el germen que puede destruirla, y eso solo se cura con un nuevo gobierno que exija la aplicación de la carta democrática de la OEA a Venezuela y restaure la política de seguridad democrática que protege los valores morales de la nación.  

Credito
FRANCISCO JOSÉ MEJÍA

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