Estado goloso, ciudadano pobre

Francisco José Mejía

En los últimos días le he oído al presidente Uribe y al senador Iván Duque lo que será la propuesta cardinal en materia de economía del Centro Democrático en la campaña del 2018: Bajar impuestos y simultáneamente subir salarios.

Bajar impuestos es una política cuyo sustento académico se encuentra en una escuela del pensamiento económico denominada “economía del lado de la oferta”, que defiende la idea de que los mayores estándares de vida en una sociedad se logran cuando se incentiva la producción (oferta) y el trabajo a través de bajas tasas de tributación.

Esta teoría económica ha sido el centro del debate político en los Estados Unidos. Paradójicamente el primer presidente que la implemento fue el Demócrata John F. Kennedy, quien dijo: “Una economía lastrada por tasas tributarias restrictivas nunca producirá el recaudo necesario para balancear el presupuesto, así como jamás producirá los empleos y las utilidades suficientes”. Kennedy intuyó la curva de Laffer que señala que a partir de cierto nivel el incremento en las tasas tributarias empieza a disminuir progresivamente el recaudo, y entendió que no hay políticas socialmente más deseables que aquellas orientadas a que todos los ciudadanos tengan un empleo formal, lo cual solo lo puede garantizar una economía vigorosa. Kennedy bajó impuestos y le trajo a su país años de prosperidad que luego fueron interrumpidos por alzas tributarias en el marco de la guerra del Vietnam.

Pero fue el republicano Ronald Reagan quien se empleó a fondo en esta política de bajar impuestos y le dio a los Estados Unidos la bonanza más grande de la historia de ese país. En la era Reagan la economía creció un tercio de su tamaño, osea el equivalente a la economía Alemana de la época, y creó 20 millones de empleos nuevos, y lo más importante; le trajo la paz al mundo pues el bloque soviético ante la evidencia aceptó la supremacía del capitalismo sobre el comunismo y se acabó la guerra fría. A partir de Reagan, ha sido un principio del partido republicano que es preferible el dinero en manos de los hogares que en manos del gobierno. Muchos países en el mundo dan testimonio del éxito de esta política, entre ellos Irlanda y los Tigres asiáticos.

En nuestro país Santos dilapido una bonanza petrolera y subió impuestos a niveles restrictivos que amenazan el futuro de Colombia. Es urgente cortar el flujo de recursos que solo ha servido para fomentar la corrupción y el derroche engrandeciendo a un estado cuyo crecimiento cada vez asfixia más a la economía y al ciudadano. Eso significa bajar el IVA, la tarifa de renta, congelar el predial etc. Y si simultáneamente hay un incremento significativo de salarios, lo cual es una introducción audaz a la política que propone el presidente Uribe, pues habrá una transferencia de riqueza directa e inmediata del estado hacia el ciudadano. Esto debe ir acompañado de créditos de fomento y fondos de emprendimiento para no afectar la formación de nuevas empresas que solo verían el costo de los salarios y no el alivio tributario ya que no tienen utilidades gravables en un principio. Y en todo caso el efecto neto de la política debe ser en beneficio de las empresas para que la “economía del lado de la oferta” haga su trabajo.

Por su puesto que todos los grupos de poder que hoy tienen privilegios del estado, empezando por las Farc y los políticos mermelados se opondrán rabiosamente, es claro que ellos prefieren el dinero en sus arcas que en el bolsillo de los ciudadanos. Pero mi pronóstico para el 2018 es que vamos a ganar los ciudadanos.

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