La reforma política de Uribe

Francisco José Mejía

Mucho se especuló en los últimos días sobre la intención de congresistas de la U de huir de su propio desprestigio para refugiarse en el Centro Democrático. El escozor que causaba esa posibilidad duró poco: el presidente Uribe declaró que iría nuevamente en la lista a Senado con el fin de “impulsar nuevos líderes para Colombia” lo cual significa que la lista al senado será cerrada, y seguramente lo serán las de cámara, tal como lo indican los estatutos, para cumplir el mismo objetivo.  

Hace décadas que el país añora una reforma política que logre cerrarle el paso al clientelismo, a la política sin ideas, a la microempresa electoral, al ausentismo parlamentario y a la sumisión por mermelada al ejecutivo. Esta reforma no ha sido posible pues un Congreso con una mayoría de incorregibles no se va a corregir a si mismo. Pero esta surgiendo de una fuente de reforma más pura y más efectiva en su resultado: La opinión. Aún quienes no simpatizan con Uribe tendrán que reconocer que su bancada parlamentaria funciona exactamente como funcionarían las bancadas con la reforma política que quieren los colombianos: Es la bancada que siempre está completa y la última en salir, defienden un cuerpo de doctrina político y siempre son coherentes, su caudal electoral proviene de la opinión y no de clientelas políticas, por lo cual son independientes y resistentes a la mermelada. Por eso merecen ser reelegidos.  

Las próximas elecciones de Senado y Cámara van a ser también una especie de plebiscito para esa reforma política ciudadana que empezó Uribe en el 2014, así lo reflejan las encuestas: el Centro Democrático tiene la preferencia en intención de voto para el Congreso y hoy podría elegir el 30% del parlamento. Y si otros partidos no se ponen a la altura, y presentan también unas listas cerradas ajenas a la corrupción, ese número podría subir significativamente. Ojalá tengamos en el 2018 un Congreso mayoritariamente elegido con voto de opinión donde se contrastan las posiciones ideológicas de manera transparente como debe ocurrir en una democracia seria. 

El presidente Uribe acierta con su decisión de continuar por el camino de la renovación. Dejarle a Colombia unos liderazgos incorruptibles, que ejerzan la política con rigor académico y doctrinario, y que le respondan a sus comunidades, es la mejor manera de proteger su legado y de vacunar al país contra los peligros del populismo y el castrochavismo. Pero además, es también la decisión correcta desde el punto de vista electoral; mientras el Centro Democrático siga representando el cambio en la política colombiana, seguiremos teniendo el favor de la opinión, arriesgar esa credibilidad seria un suicidio electoral; sería, como le dijo Fouche a Napoleón a propósito de la ejecución del Duque de Einghien “más que un crimen un gran error”. 

Bienvenidos esos vientos de renovación al Tolima, los necesitamos. Acá sabremos responder electoralmente a esa propuesta. La política no puede seguir siendo el coto de caza exclusivo de unos viejos politiqueros clientelistas que quieren perpetuarse a nombre propio o en cuerpo ajeno. El electorado Tolimense es muy superior a eso.        

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