¿Tocamos fondo con la corrupción?

Francisco José Mejía

Se habla con razón en el país de una emergencia moral por la corrupción desbordada. La fuente de tal podredumbre está en el clientelismo político; ese sistema perverso mediante el cual los políticos compran su elección dispensando dádivas a un electorado cautivo que por necesidad y por ignorancia les vende su voto.

Este sistema es el que produce, directa o indirectamente, la mayoría de nuestros gobernantes, legisladores, dirigentes de los entes de control y magistrados de las altas cortes. El resultado es la captura por parte de los corruptos del control de la provisión de bienes públicos, ósea del estado. Así una carretera termina costando el doble y el país se rezaga en infraestructura, la educación es mediocre, el servicio de salud deficiente etc, y en el ámbito de la justicia el resultado es peor, ya que el efecto se mide por el número de bandidos en la calle por haber comprado fallos o de inocentes presos porque alguien pago para que los metieran. La sociedad queda a merced de una “cleptocracia” que se roba parte de los impuestos que pagan los ciudadanos, despojándolos de esa manera del parte del fruto de su trabajo.

Que el país ya llego a unos niveles intolerables de corrupción es verdad, pero que hayamos tocado fondo no lo es desafortunadamente. Lo que estamos viviendo es una primera fase de la corrupción. Existe una segunda y última fase que es el estadio más avanzado: El socialismo. En esta fase los políticos que la promueven (a menudo los mismos o aliados con los de la primera fase) no se contentan con despojar a los ciudadanos de parte del fruto de su trabajo; acá van por todo!! con el eufemismo de la “expropiación por el interés común” todo se lo van robando y se atornillan en el poder acudiendo al mismo método que en la primera fase: Al clientelismo, solo que esta vez lo hacen de manera masiva, igual que el latrocinio, pues al despojar a todos del fruto de su trabajo terminan volviendo a toda la sociedad miserable y necesitada de sus dádivas.

Al final se llega a lo más abyecto de la condición humana: el hombre despojado de su libertad y de su creatividad y esclavizado a una elite de la cual deriva su subsistencia. La historia ha demostrado que para caer en el abismo de la corrupción completa de la segunda fase, es menester que la primera ya haya fastidiado suficientemente a la ciudadanía como para buscar un mesías que “cambie el sistema”, y es ahí donde aparecen los Chávez, los Petros o los Timochenkos, o si se quiere sus versiones más light como los Fajardos, DeLacalles o Claudias López, que al final terminan produciendo el mismo resultado: la miseria generalizada por el despojo masivo por parte de una elite corrupta que se atornilla en el poder con el respaldo de una inmensa clientela política y el monopolio de las armas para reprimir cualquier conato de protesta.

En Colombia tenemos la opción de arreglar el problema de la corrupción o seguir a la siguiente fase como Venezuela. Por eso no es aceptable estar contra el socialismo, pero defender el Statu quo de la política corrupta y el clientelismo pues al final ambos son caras de la misma moneda. Mi apoyo a Iván Duque se debe precisamente a que es el candidato a quien le veo una verdadera voluntad de combatir el clientelismo y la politiquería y una visión muy clara de lo que nos puede pasar si no damos esa batalla.

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