Un gobierno demasiado proclive a la propaganda


Magnífico estuvo el debate sobre la política de restitución de tierras, citado y promovido por el senador Jorge Enrique Robledo. Fue una brillante presentación parlamentaria, que sacudió la mediocre quietud de la Unidad Nacional.

El objetivo del senador Robledo era muy sencillo: demostrar que no se ha hecho ni una sola restitución de tierras. Se han adjudicado algunos predios, es verdad, pero tal cosa se ha hecho dentro de políticas preexistentes, como la asignación de baldíos y de predios al cuidado de la Dirección Nacional de Estupefacientes.

Pero la política de restitución, aquella aprobada en la ley de víctimas y tierras, aquella inaugurada con grandes actos simbólicos, aquella sobre la cual esta administración proclama su optimismo, y sobre la cual dijera el Presidente que por sí sola haría que su gobierno valiera la pena, no ha producido una sola restitución. Robledo se apoyó en cifras oficiales, por lo cual resultaba imposible refutarlo.

El ministro Juan Camilo Restrepo, quien es un hombre razonable, serio y responsable, intervino para explicar que la ley y sus mecanismos de restitución apenas están en vía de organizarse. Cosa comprensible, si se tiene en cuenta que apenas fue aprobada hace unos meses y que requiere la estructuración de nuevos procedimientos y de nuevas entidades. Lo cual no puede hacerse en un abrir y cerrar de ojos. En fin, no se han hecho restituciones, porque aún no existe el aparato de normas e instituciones para poder hacerlas bien.

Pero la respuesta de Restrepo no resta ningún valor al reclamo de Robledo, porque su auténtico destinatario no es el ministro, sino el Presidente. Es el primer Mandatario quien a los cuatro vientos anda pregonando las restituciones de tierras. Ha sido el Presidente Santos quien habla del programa de restitución como si éste ya estuviera marchando y produciendo resultados, con cifras que, como mostró Robledo, pertenecen a otros programas.

Si se observa este caso en un contexto mayor, donde aparecen hechos como por ejemplo la Cumbre de las Américas, veremos que éste es un gobierno muy proclive a la propaganda: a hacer grandes anuncios, a organizar eventos colosales y costosos, y a concentrarse en el trabajo de imagen, el cual, por momentos, parecería ser su prioridad.

Porque en materia de resultados concretos su balance es muy pobre. Se limita casi totalmente a hacer aprobar leyes y a crear entidades, lo cual que por sí solo no garantiza transformaciones o mejoras efectivas.

Credito
Andrés Mejía

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