Magistrados

En Colombia hay montones de magistrados. No recuerdo el número exacto; la cuenta la hizo alguna vez mi amigo el constitucionalista Juan Manuel Charry, y le arrojaba un número asombroso.

Las tres altas cortes (con todas sus salas y secciones), el Consejo Superior de la Judicatura, el Consejo Electoral, tribunales superiores, tribunales administrativos… Nos hemos llenado de magistrados, y como cantidad suele significar menor calidad, esto ha contribuido a desgastar el prestigio de la magistratura.

Los magistrados solían ser, y deberían ser, lo más parecido a unos sabios. Personas que no sólo conozcan el derecho, sino que hayan formado un buen juicio para aplicarlo en los casos que llegan a su conocimiento. Casos estos que terminan sentando doctrinas y orientaciones para todo el país. Deberían ser personas cultas, conocedoras de otras legislaciones y de la historia, y que gusten de la teoría jurídica.

En Colombia la situación es muy diferente: aquí magistrado puede ser cualquiera. O más bien: las virtudes que hay que tener para llegar a ser magistrado son otras, distintas a las de índole académico y filosófico que acabamos de enumeras. Básicamente hay que tener la paciencia suficiente para escalar la burocracia de la Rama Judicial, y la capacidad de lagartería suficiente para cabildear ante magistrados superiores, a la espera de la merced de éstos gracias a la cual ascienden a la magistratura.

Naturalmente hay excepciones, pero ellas mismas con su brillo muestran la oscuridad de su entorno. Personas como Enrique Arboleda, del Consejo de Estado, contrastan con el carácter gris de sus colegas.

La alta magistratura ya no es un orientador de la nación: no es más que la cúpula de una colosal burocracia, cuyos miembros no parecen pensar más que en sueldos y en pensiones. Colombia tuvo magistrados que escribían tratados notables; Colombia tuvo magistrados que murieron por la justicia. Tiene ahora magistrados que corren por los pasillos y por los vestíbulos, intrigando para que no les reduzcan los privilegios y para sumar algunos más.

Tiene ahora Colombia magistrados como Javier Zapata, presidente hasta hace pocos días de la Corte Suprema, quien corrió a los micrófonos a defender los exorbitantes privilegios pensionales de que gozan, y a sostener que cualquier cambio que se haga sólo puede ser para llenar más sus bolsillos.

A esto se dedican los magistrados y por esto se preocupan. No en vano, la calidad de nuestra administración de justicia está en su peor momento.

Credito
ANDRÉS MEJÍA

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