Canal interoceánico

En verdad no entiendo el sentimiento de indignación que ha surgido en muchos colombianos ante la noticia de que Nicaragua planea construir un canal interoceánico.

No entiendo la rabia, pues nuestro sentimiento debería ser de vergüenza: de vergüenza por nuestra perenne incapacidad de alcanzar logros y realizaciones.

Colombia tiene muchos atributos históricos de los cuales debe sentirse orgullosa, en particular su tradición legalista y constitucional. Creo sin embargo que hemos exagerado en la autocomplacencia, y que, algo ebrios en la satisfacción de haber sido una nación legalista y democrática en una región de chafarotes y dictadores, hemos descuidado nuestras carencias y nuestras fallas. La principal es nuestra incapacidad de alcanzar logros concretos apreciables.

Colombia no tiene canal interoceánico, pero tiene una ley que ordena construirlo. Con la ley quedamos satisfechos, pues somos una nación que cree que los problemas se resuelven con normas y que para alcanzar un objetivo hay que promulgar una norma que dice que lo alcanzaremos. Hundidos en esa autocomplacencia legalista que más parece pereza, promulgamos normas y evitamos las tareas de transformación de la realidad, aquellas que exigen trabajo y sudor.

Somos y hemos sido una nación dedicada a los debates políticos y jurídicos, mientras por nuestro lado pasan las oportunidades y las dejamos seguir. Hay países que hace 50 años eran mucho más pobres que Colombia; hoy son mucho más ricos: no habrán promulgado muchas normas, pero han trabajado en pos de logros concretos.

Pasan las oportunidades de alcanzar logros, en particular de infraestructura. Logros que engrandecerían nuestras oportunidades reales de progreso y bienestar.

Esto no significa que los atributos constitucionales y democráticos del país deban ignorarse o despreciarse. No hay nada en ellos que por sí mismo impida que también aspiremos a logros materiales concretos: el enemigo es la pereza. Hace algo más de 100 años, uno de los departamentos de Colombia se separó del país harto de que esta incapacidad centralista le frustrara sus posibilidades. Muy rápidamente consiguió socio y décadas después, en lugar de avergonzarnos por no haber hecho el Canal de Panamá, seguimos alegando que nos “robaron” ese territorio.

Credito
ANDRÉS MEJÍA VERGNAUD

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