Los paros revelan el fracaso de una estrategia

Hay un aspecto poco analizado en la reciente explosión de paros, protestas, bloqueos y manifestaciones que sacuden a nuestro país. Es un fenómeno que devela el fracaso, total, rotundo y absoluto de una de las estrategias centrales de Juan Manuel Santos.

Mi hipótesis es la siguiente: en el planteamiento estratégico del proceso de paz, el gobierno diseñó una táctica para ganar fuerza política, para evitar que la contraparte se fortaleciera y para obtener términos más favorables de negociación. La táctica era ingeniosa y de haber salido bien, habría constituido un asombroso éxito.  

Consistía en quitarle las banderas a la contraparte, es decir a las Farc. Se inspiraba, posiblemente, en numerosos ejemplos de la historia en los que una parte se ha fortalecido al arrebatar a la contraparte sus banderas políticas. Tony Blair hizo eso en Inglaterra: el Partido Laborista de Blair le quitó al Partido Conservador sus banderas de política económica. Durante más de una década, el Partido Conservador quedó literalmente sin saber qué decir.

Santos, guardadas proporciones y distancias, quiso hacer lo mismo con las Farc. Las banderas de la lucha campesina, de la lucha agraria y de la tierra que han sido consigna histórica de las Farc, súbitamente aparecieron como punto principal de la agenda gubernamental. En numerosos discursos, Santos exhibió su ley de víctimas y tierras como el verdadero hito histórico en el drama campesino de Colombia. El Presidente en persona organizó y lideró marchas de campesinos y víctimas. Si las Farc se iban a presentar a la mesa como capitanes de la lucha social, el objetivo era mostrarles que habían perdido ese liderazgo, pues el propio gobierno se los había quitado. 

La estrategia no funcionó. A ese pulso presentado por el gobierno reaccionaron las organizaciones que tradicionalmente han liderado las movilizaciones campesinas, sectoriales y populares. Y creo que ya no hay duda de que ganaron: arrinconaron al Presidente en una esquina en la cual parece escondido, perplejo y paralizado. Trata torpemente de hacer entender a los que protestan que él y su gobierno son sus verdaderos líderes, mensaje que por supuesto solo les causa risa. Improvisa enviando a funcionarios que sirven más para hablar que para hacer, como Angelino y Lucho. 

Asistimos entonces al fracaso de una táctica. Queda abierta la pregunta: al haberse demostrado que el gobierno no lidera la movilización social en Colombia, ¿cómo queda su posición en la mesa de La Habana?

Credito
ANDRÉS MEJÍA VERGNAUD

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