Minga indígena y demagogia

Miguel Ángel Barreto

Cauca es una de las regiones más imponentes del país por su belleza natural, sus sistemas acuíferos, la nobleza de sus habitantes, la riqueza de sus suelos, el clima y su misteriosa geografía andina. No obstante, en los últimos 30 años tan magníficas bondades son explotadas por grupos criminales y narcotraficantes.
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La calidad de sus tierras transformaron este departamento en un escenario ideal para cultivar plantas ilícitas. Al finalizar 2019 se estimaba que los cultivos de hoja de coca superaban las 17 mil hectáreas.

Su ubicación entre Putumayo y la Costa Pacífica lo ha convertido en la zona estratégica por la que se movilizan y operan disidencias de las Farc, Eln y mafias mexicanas, que sacan su producción a Centroamérica con destino a Estados Unidos. Tales grupos también se nutren de la minería ilegal y los cultivos de marihuana.

La intervención militar en esta región ha sido históricamente compleja y muchas veces limitada por algunos actores oscuros. También en la memoria de muchos colombianos siguen frescas las imágenes de televisión en la que los actos de legítima defensa fueron bloqueados por algunos miembros de las guardias indígenas.

En medio de la guerra territorial que libran estos grupos criminales por aumentar  su control en la producción de cocaína, con similitudes en Nariño, Norte de Santander, Guaviare y Putumayo, se registra el asesinato acelerado de líderes sociales, que se ven inmersos en esta guerra en la que algunas comunidades están obligadas a tomar un bando para sobrevivir.

Llama la atención que siendo este el mayor conflicto que vive el Cauca, los líderes de la Minga Indígena no lo tengan como su prioridad. También causa suprema extrañeza que en sus peticiones intenten condicionar la legitimidad del presidente Duque con una silla vacía y estén más preocupados por reformar la doctrina militar, cambiar el Esmad y pretender dejar a un lado la discusión fundamental sobre el narcoterrorismo en su región.

Nadie puede desconocer que el Cauca tiene serios problemas de infraestructura física, educación, conectividad, servicios públicos y realizar inversión privada es una actividad de muy alto riesgo. Tal vez esto justifique la legítima movilización que observamos y que dicen sus organizadores involucró a ocho mil personas de manera pacífica.

Sin embargo, no nos podemos llamar a engaños, la maldición del Cauca por mucho tiempo ha sido el narcotráfico, fenómeno del cual se nutre una buena parte de cultivadores y raizales y muchos hoy no quieren abandonar dicha actividad porque sencillamente es rentable y les permite sobrevivir a la pobreza.

Ahora bien, desde gobiernos anteriores, y éste en particular, se han trazado planes sociales e inversiones para mejorar la atención de sus habitantes. Lejos de pretender cambiar la doctrina militar, lo que se esperaría es una mayor asociación entre población y la Fuerza Pública para avanzar en la recuperación de estos territorios y así por fin llegue la anhelada paz, la redención social, el empleo y la prosperidad.

No obstante, lo más deplorable es que grupos políticos hagan demagogia y populismo barato con la tragedia caucana, intentando ganar puntos ante una opinión pública polarizada y otra tanto ajena o ignorante de la realidad del país. El show de la Alcaldía de Bogotá y la pancarta que le desea la muerte al expresidente Uribe son muestras fehacientes de la manipulación de la izquierda para profundizar la polarización y exacerbar los ánimos de los colombianos.

La situación de orden público del Cauca es extraordinaria y así debe entenderse y tratarse por parte de los integrantes de la Minga y del Gobierno nacional. El resto son actos circenses.

La consigna de los colombianos debe estar orientada a salvar a nuestros hermanos del Cauca de las fauces del narcotráfico, eso sí, si ellos también desean ese mismo objetivo.

MIGUEL ÁNGEL BARRETO

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