No hay peor ciego... que el Congreso

Tal vez iluminados por el espíritu de ese prohombre de la democracia que fue don Godofredo Cínico Caspa, los colombianos sienten, cada día más, la necesidad de expresar a sus legisladores un sincero reconocimiento por la noble labor que desempeñan.

Y es que complace saber cómo ellos viven preocupados en todo momento por las dificultades del pueblo. Eso sí, lo hacen con mano dura, como debe ser, qué cuentos de consideraciones ni delicadezas, no señores, las cosas son como son y las leyes, por duras que sean, deben aplicarse a rajatabla. Y cuando no existan penas de verdad severas, pues hay que inventarlas.

Es grato saber, por ejemplo, que fue radicado en el Congreso un proyecto que busca modificar el Código de Infancia y Adolescencia para castigar, hasta con 12 años de cárcel, a los padres que maltraten a sus hijos menores de edad. Desde luego que los gestores de la idea tuvieron buen cuidado de dirigirla sólo hacia padres de menores de edad, pues de lo contrario ellos, como "Padres de la Patria", a la que tan mal han tratado, serían los primeros en merecer la sanción. Así se actúa honorables parlamentarios, con autoridad, nada de tratamiento blandengue ni melifluo con la plebe, por el contrario, entre más gente vaya a la cárcel, mejor, con eso disminuye el índice de desempleo y aumenta la necesidad de construir centros de reclusión para beneficio de los pobres contratistas.

Hablando de cárceles, no hay que olvidar que ellas dependen del Inpec y éste, a su vez, del hoy escindido Ministerio del Interior y de Justicia, que estaba a cargo de un hombre cuya sola figura es la viva representación de la autoridad. Es digno de admiración porque todo en él es autoritario, su voz, sus gestos y, en general, sus actuaciones. Cabe recordar ahora con cuánta autoridad, a pocas semanas de las elecciones presidenciales de 2002, se bajó de la campaña del candidato liberal y se subió al bus de la victoria de entonces para luego de viajar plácidamente en él por varios años, apearse y, una vez desinflado el globo de ensayo de su propia aspiración presidencial, montarse en el tren de la Unidad Nacional. Y que conste que nada de lo anterior es, como diría él, "un cuento chimbo", por el contrario, eso se llama proceder con autoridad.

Pero bueno, la intención no es echarle flores a tan distinguido personaje, entre otras cosas, porque no lo necesita; la idea es decir a los autores del proyecto atrás citado que no se rindan y por ningún motivo vayan siquiera a ponerse a pensar qué habrá detrás de ese maltrato, qué sentirá un padre de familia cuando, como dice Pedro J. Ramos en una de sus canciones, "ve al caer la noche en ayunas el buchón" taladrándole el alma con su llanto y sin un pan para mitigar el hambre. No señores, no vayan a analizar esa situación que pudiera explicar aunque, desde luego, no justificar que, en medio de su desespero, esos padres cometan tamaña equivocación. Ustedes, respetados congresistas, no están para esas cursilerías, ustedes están para designios más elevados como aprobar leyes que conduzcan a la represión del vulgo, esa es la consigna y punto.

Cosa distinta sería si los padres maltratadores pertenecieran a familias "bien" porque, ahí sí, el problema tendría que analizarse desde un punto de vista menos riguroso. Pero afortunadamente esa situación poco se presenta en los altos círculos, donde son tantas las consideraciones para con los hijos, que a unos hasta les consiguen zonas francas y a otros, les permiten pasear en helicópteros militares. En cambio, a los hijos de maltratadores de a pie lo máximo que se les debe entregar es una zona azul para que cuiden carros parqueados y, si acaso, dejarlos montar en el tiovivo de una ciudad de hierro.

Credito
EDGAR ANÍBAL MOLANO LOZANO

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