Desayuno: La vida sigue igual

Hay momentos de la vida en que por distintas razones es necesario demostrar, así sea de dientes para afuera, cierto propósito de enmienda.

Es entonces cuando el interesado suele echar mano de un remedio que generalmente da buenos resultados. A ese recurso se le conoce con el nombre de cambio.

El marido medio disoluto y calavera, para que su mujer le perdone alguna embarrada, asegura que ésta es la última vez que lo hace y que, a partir de ahora, va a cambiar. Pero ambos saben que en la primera ocasión que se presente, tropezará de nuevo y con la misma piedra.


A lo largo de la historia se han conocido cambios maravillosos como el sucedido, según los evangelios, en las bodas de Caná de Galilea, a las que fue invitado Jesús. Éste, debido a sus múltiples ocupaciones, no tuvo en cuenta la tradicional regla de etiqueta que indica que, a un evento de esos, el convidado debe presentarse con un regalo.


Sin embargo, rápidamente salió del paso de la manera más sencilla para él: convirtió varias tinajas de agua, en vino, para deleite de los concurrentes y satisfacción de los novios que lo estaban mirando rayado y llegaron a pensar, tan atrevidos, en sacarlo de la fiesta. Cuánto dieran Lucho Garzón y sus amigos, por tener tanta facilidad para hacer este tipo de cambios.


No se puede olvidar tampoco, el cambio efectuado recientemente por un miembro del CTI en Cartago. El recursivo funcionario, al mejor estilo del Nazareno, realizó el prodigio de convertir 1.3 kilos de cocaína incautada en el Chocó, en una cantidad igual de deliciosa y nutritiva avena. Y después dicen que en Colombia no se producen milagros.


También han sido muy comentados los cambios políticos impulsados, cuándo no, por los Estados Unidos, para “restaurar la democracia” en países como Egipto y Libia. Por esa razón fue que reemplazaron a Mubarak por un Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas encabezado por el mariscal Mohamed Hussein Tantawi, que llevaba veinte años siendo Ministro de Defensa del régimen egipcio y, para presidir el Consejo Nacional de Transición libio, pusieron a Mustafá Abdeljalis, antiguo Ministro de Justicia del derrocado Gadafi. Eso es lo que los gringos llaman un verdadero cambio.


Pecado mortal sería no reconocer la inmensa voluntad de Juan Manuel para cambiar las cosas en este país. Con tal motivo, ideó algo nunca visto, pero en su gobierno, porque en el anterior y los que lo precedieron, también se hicieron las que Santos llama pomposamente, “Reformas al Estado” que sólo sirvieron para dejarlo, como nos consta a quienes aquí vivimos, en las mismas y con los mismos.


El Gatopardo, la gran novela de Giuseppe Tomasi que fuera llevada al cine por Luchino Visconti, narra la forma en que los poderosos utilizan el mentiroso argumento del cambio, para engañar al pueblo y conservar por siempre su poder. Eso es exactamente lo que puede verse con frecuencia en varios lugares del mundo y, desde luego, en Colombia: Los dueños del poder se lo rotan y cada uno, cuando le toca el turno, se dedica a cambiar todo, para que todo siga como está.



Credito
EDGAR ANÍBAL MOLANO LOZANO

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