Desayuno: El hijo próspero

Un padre tenía muchos hijos. Un día uno de ellos, al que para proteger su identidad llamaremos Germán, decidió hacer un cambio radical en su vida.

Para ello reunió sus amigos, se fue de la casa y formó tolda aparte. Con ese grupo de acólitos y su olfato oportunista, adhirió a la causa de un hombre al que en ese momento muchos empezaban a ver como redentor de su país.

Ese personaje, del que también ocultaremos su nombre real y le llamaremos Álvaro Adolfo, los puso a todos a su servicio y ellos, como buenos arribistas, se dejaron utilizar.


Luego de varios años de servirle, Germán, que siempre ha sabido dónde ponen las garzas, comenzó a sentir que su infinita ambición de poder le imponía apartarse de aquel que pretendía seguirlos usando, a él y muchos de su estilo, como trampolín para lograr sus propósitos.


En sus cuidadosos cálculos, Germán había reflexionado así: Si seguía al lado de Álvaro Adolfo nunca iba a llegar más arriba, y yo lo que tengo es mucha hambre de llegar a la cima. Ya quedó comprobado, en las pasadas elecciones, que sólo con mi combo de aúlicos no alcanzaré lo que quiero.


Por tanto, necesito otra vez de mi padre. Iré donde él y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo, tenme como a uno de tus jornaleros.


Y efectivamente, allá llegó con el pretexto de llevar un mensaje de su nuevo patrón. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y, conmovido, se le echó al cuello, cubriéndolo de halagos. Y dijo el padre a sus siervos: Mimadlo, consentidlo, haced que por ahora lo mantengan en un Ministerio para calmar su apetito burocrático, después, ya veremos qué hacer con él.


Traed comidas y bebidas, hay que celebrar, porque este hijo mío había muerto y pronto volverá a nacer; se había extraviado pero ya está encontrando el camino. Hagamos una gran fiesta en Corferias, llevemos un montón de borregos para hacer bulto, y digamos que esa montonera se llama Constituyente liberal.


Otro de los hijos, a quien llamaremos César, se encontraba ocupado en sus quehaceres habituales fuera de la casa. Al regresar supo de la fiesta y llamando a uno de los criados, le preguntó qué significaba ese alboroto. Éste le contó lo que ocurría. César, ofendido, no quiso entrar y recriminó de esta forma a su padre: Hace muchos años que te sirvo sin desobedecerte, y nunca me has hecho una fiesta así. Ahora llega ese hijo tuyo que anduvo en tan mala compañía con quien casi acaba nuestra casa, y tú le haces semejante recibimiento.

El padre respondió: Tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. En cambio tu hermano nos va a servir para hacer futuras alianzas, por eso es conveniente festejarlo.

Pero cálmate, para que veas hasta dónde llega mi aprecio por ti y de carambola aparentar renovación, durante el agasajo vamos a designar a Simoncito, tu pequeño hijo, jefe del Partido Liberal, así el único mérito que tenga sea precisamente ese, ser tu delfín.

Credito
ÉDGAR ANÍBAL MOLANO LOZANO

Comentarios