Desayuno: Toda una vida

Con absoluta seguridad, ni el Presidente Santos, ni su flamante Ministro de Trabajo Rafael Pardo, ni la mayoría de los altos dignatarios públicos o privados del país, ni mucho menos los congresistas, van a tener el menor problema cuando les llegue el momento de pensionarse. Es más, me atrevo a decir que todos, o por lo menos muchos de ellos, ni siquiera necesitarían hacerlo.

Dice el refrán que la cuerda siempre se revienta por lo más delgadito, por eso el actual gobierno, como muchos de los anteriores, vuelve a sacar a la palestra el tema de la reforma pensional que, como la están planteando, afectará en mayor proporción al trabajador raso.

Hace poco el Viceministro colombiano de Empleo y Pensiones aseguró, en relación con el aumento de la edad para la jubilación: "Por ahora no está en consideración".


Eso significa que sí será aumentada, porque esos funcionarios suelen recular tan fácil, como los dirigentes del fútbol que ofrecen su respaldo a los directores técnicos que atraviesan dificultades, para luego sacarlos del equipo a sombrerazos, en la semana siguiente.


El consabido argumento que esgrimen los economistas de todos los gobiernos es que, la mayor causante de dificultades en las finanzas estatales, es la deuda pensional a la que, para ponerla en términos terroristas y hacer más ruido, acostumbran llamar bomba pensional.


Como soporte para sus dictámenes, muestran cifras estadísticas de las cuales muchos, a riesgo de ser tildados de paranoicos, hemos aprendido a desconfiar. Porque con las estadísticas pasa lo mismo que con la estaca: ¿Qué culpa tiene la estaca, si el sapo salta y se estaca? ¿Qué culpa tienen, por ejemplo, fórmulas de estadística como la varianza o la covarianza, si quienes las aplican lo hacen pero con los datos que a ellos les conviene?


En cambio, algo que siempre han tenido buen cuidado de no reconocer esos tecnócratas, es que muchos de los problemas en las finanzas del Estado, tienen origen en la deuda pública, en especial la externa, y en la interminable guerra que afronta el país.


Pero a estos genios de la economía, quién sabe por qué razón, no se les ocurre proponer una reestructuración de la deuda externa. Y del gasto público, ni hablar.


La reciente e inane Reforma al Estado costó trescientos mil millones de pesos, y eso que, según el Ministro de Hacienda, valía quinientos mil millones pero él, con un gran esfuerzo, logró rebajarla. Alabado sea el doctor Echeverry.


Tal vez deba realizarse una reforma a las actuales normas pensionales, pero ella no puede ser a cualquier costo, y menos en  perjuicio de la gente que ya viene cotizando.


Además, según predican en coro los miembros del Gobierno y los grandes capitalistas, la economía colombiana está atravesando por una etapa de florecimiento que no se veía desde hace muchos años.


Y entonces, ¿para qué sirven esas flores? ¿Son para mejorar la vida de todos los colombianos? ¿O son para ponerlas en las tumbas de aquellos ilusos que, de seguir por el camino que los llevan, se van a morir con la esperanza de que, trabajando muchos años, iban a conseguir una pensión que les permitiera vivir decorosamente el último trayecto de su paso por este valle de lágrimas?

Credito
ÉDGAR ANÍBAL MOLANO LOZANO

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