Desayuno: E...mociones

Por estos días se ha vuelto a hablar del tema de la moción de censura, ahora, en contra del ministro de Transporte, Germán Cardona.

La palabra censura siempre me produce algo de escozor, tal vez, por recordarme aquellos tiempos de adolescencia cuando quería entrar al cine para ver alguna de esas películas donde Catherine Deneuve o Sofía Loren, por cuestión del clima, debían aligerarse de ropas, y encontraba en la puerta del teatro el fatídico letrero: Censura. Mayores de 18 años.

Desde entonces surgió el apunte aquel sobre el ferviente admirador de la Loren, que pudo ver una película donde ella se despojaba de su bikini para dorarse bajo el sol del Mediterráneo y, justo cuando comenzaba a hacerlo, pasaba frente a la cámara un tren interminable que impedía la contemplación del paisaje.

El pobre iluso fue a ver tres veces más la película, con la secreta esperanza de que, alguna vez, el inoportuno tren se retrasara, pero éste siempre pasó a la hora exacta.

Es indudable que la Constitución del 91 trajo significativos avances para el país, pero también se le colaron cosas intrascendentes. Como sucedía con el café: Los escogedores trataban de seleccionar los mejores granos que llegarían a convertirse, después del proceso requerido, en un humeante y delicioso tinto. Pero a veces a estos expertos trabajadores, al fin y al cabo seres humanos, se les pasaban algunos, no tan buenos, conocidos con el nombre de 'pasilla'.

Entre la 'pasilla' que contiene la Constitución, se encuentra la ineficaz moción de censura, contemplada en los numerales octavo y noveno del artículo 135.

Nunca ha servido para nada. Todos los ministros que se han encontrado a sus puertas, incluido el actual Presidente de la República cuando desempeñaba la cartera de Defensa en el pasado gobierno, han salido no censurados sino emocionados, en medio de aplausos y haciéndole a sus opositores, con los dedos de las manos, aquella inconfundible señal de arma de fuego.

La mayoría de las veces se han salvado por las alianzas politiqueras, como en el caso de Santos, al que le arrojó el salvavidas nada menos que Cambio Radical. ¿Será por eso que consiente tanto a Vargas Lleras y le da lo que pide?

Al ministro Cardona, que como se sabe no es santo de devoción para los tolimenses, dizque se la montaron los congresistas porque no les hizo caso y, a muchos, ni siquiera los recibió en su despacho.

Ha sido tal la presión, que de su renuncia se ha venido hablando desde antes de viajar a la China, a donde el Presidente insistió en que lo acompañara.

Seguramente Cardona merece la censura, como la han merecido muchos de los miembros de este y anteriores gabinetes.

Lo discutible es que los parlamentarios empleen esta facultad sólo por conveniencias partidistas, como en este caso hacen desde la U, una colectividad utilizada por muchos de sus afiliados para entrar, comer y salir.

Parecido a lo que hicieron los miembros de la seguridad gringa en la reciente Cumbre de las Américas.

Si esa moción de veras prestara algún servicio, Andrés Uriel Gallego no habría sido, durante ocho largos años, el flamante jefe de la cartera de Transporte.

De manera que, como decía atrás, subsiste algo de 'pasilla' en la actual Constitución; no sólo la inútil moción de censura sino, por ejemplo, la inservible institución de la Vicepresidencia de la República.

Credito
ÉDGAR ANÍBAL MOLANO LOZANO

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