Desayuno: Gato por liebre

Édgar Aníbal Molano Lozano

Con cierta frecuencia es posible leer en las revistas de farándula, de las que, debo confesar, soy devoto lector, que a alguna de las celebridades de nuestra televisión le dio por irse de un bar o un restaurante, sin pagar la cuenta. Cuando esto pasa y el dueño logra alcanzar la estrella para cobrarle, esta se disgusta y, en lugar de reconocer el error, lo que hace es sacar a relucir su popularidad para decir: ¿Es que no me ha visto en la televisión?, ¿no sabe quién soy yo?, agradezca que vengo a su pinche negocio.

Debe ser por eso que la sabiduría popular sentencia en estos casos: El que no ha sido y llega a ser, loco se quiere volver. Porque también es usual que a esos figurones, cuando han adquirido cierto reconocimiento en el medio, se les ocurra exigir contratos en donde ponen condiciones como ser nombrados siempre en primer lugar, o estar ubicados en el centro del escenario, o que sus compañeros de trabajo no usen ropa parecida a la suya, etc.

Este comportamiento se parece mucho al del senador sucreño Eduardo Merlano quien, al amanecer del pasado domingo 13 de mayo, protagonizó un bochornoso y publicitado incidente en las calles de la ciudad de Barranquilla. (El 13 de mayo, al rayar el día, Merlano discute con los policías.)

La transmisión de las sesiones del Congreso a través de la televisión, ha perjudicado enormemente a los parlamentarios. Ellos se habituaron tanto a la presencia de luces y cámaras en el recinto, que no actúan sino frente a ellas, y sólo cuando el coordinador da la señal de que están al aire.

Naturalmente esto ha originado en muchos de los honorables padres de la Patria, una especie de síndrome de estrellato, que los hace andar por las nubes, y creerse de mejor familia que el resto de los mortales.

Eso fue lo que le ocurrió al doctor Merlano. Al encontrarse frente a una cámara que lo grababa, se sintió toda una estrella e inmediatamente inició la representación de su papel. Y lo hizo como uno de los mejores de la televisión. Fue muy convincente.

La mayoría de las cosas que dijo no eran ciertas, pero es que precisamente eso es lo que hace grande a un actor: Que los espectadores crean que lo que dice es verdad, aunque sólo se trate de la interpretación de un libreto.

Resultó tan brillante su actuación, que hasta el comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, por cierto bastante locuaz, se tragó el cuento de que la víctima del caso era el propio senador. Y quién dijo miedo, el oficial se fue encima de sus subalternos y barrió el piso con ellos en defensa de la democracia colombiana, en especial de los 50 mil votos esgrimidos por Merlano que, como se supo después, sólo fueron algo más de 37 mil.

Por su buen registro en la pantalla chica, los creadores de la campaña sobre 'Inteligencia vial' habían pensado contratar al congresista costeño para uno de sus anuncios, pero desecharon la idea al comprobar que él es experto en tráfico, pero de influencias.

En cambio, dicen que el director del Dane está considerando seriamente la posibilidad de llamarlo para que, con su innegable capacidad para hacer parecer cierto algo que no lo es, ayude a convencer a los colombianos sobre la veracidad de las cifras que esa entidad ha utilizado para bajar, con gran rapidez, primero el desempleo, y ahora la pobreza.

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