Yo voto sí

Ismael Molina

La reciente decisión de la Corte Constitucional de aprobar la ley del Plebiscito sobre los acuerdo de La Habana, aclara el panorama sobre la ruta a seguir en la búsqueda de la Paz. Como lo expresó las Farc, esta decisión será acatada por ellas, reconociendo por primera vez, la legitimidad del Estado Colombiano y de nuestra Constitución Política, condición que nunca antes lo había hecho.

Implica lo anterior, que somos los ciudadanos de Colombia, con nuestro voto, los que hemos de aprobar lo acordado por el Gobierno y el grupo insurgente. Tenemos que tomar la decisión de transitar por el camino de una Paz imperfecta o por el de una guerra permanente.

Algunos quisieran que esa Paz incluyera el castigo para los que han promovido esta guerra y los que la han protagonizado. Realmente sabemos a ciencia cierta que los únicos culpables son las guerrillas y los otros grupos armados? Igualmente, después de todos los esfuerzos bélicos que se han realizado, incluido el exitoso Plan Colombia, la realidad sigue siendo tozuda: La guerrilla ha sobrevivido y el conflicto no se ha superado.

Es decir, se puede ser realista creyendo que un grupo armado que ha estado en guerra durante más de medio siglo, que no ha podido ser eliminado, se desmoviliza y acepta la legitimidad del Estado para que sus dirigentes sean encerrados en cárceles de ese Estado?. Reconocer que esa guerrilla no es solo un grupo “terrorista” y que estamos en un conflicto armado, implica que la solución de tal “anormalidad” pasa por un Acuerdo Político entre las partes, donde cada una cede en sus pretensiones y deciden tramitar sus diferencias por medio de la actividad política y no militar.

Lo anterior conlleva a que el grupo armado se convierta en grupo político y como tal deberá tener voceros que se sienten y expresen sus puntos de vista en los órganos del poder político, llámese parlamento o puestos de elección popular.

Muchos señalan que con los acuerdo e incluso con el plebiscito continuarán expresiones de violencia y delincuencia, que han sido realizados por las guerrillas. Comprometernos a que eso no suceda no es posible.

Algunos sectores de la insurgencia, que han convertido ese proceder en una forma de vida, tratarán de continuar en ello, convertidos en reductos indeseables de un proceso, que deberán ser tratados como un problema delincuencial.

Mientras que en el último año de gobierno de Uribe Vélez la suma de muertes violentas vinculadas al conflicto superaron las 1.000 víctimas, entre guerrilleros, militares y civiles, en los últimos seis meses de tregua bilateral entre Ejército y Farc, solo han tenido tres víctimas fatales, dos de las cuales eran miembros de la guerrilla. Claro han existido los enfrentamientos con otras guerrillas, específicamente el ELN, pero aún así el balance es altamente positivo.

También se argumenta que los problemas no van a desaparecer con la firma del acuerdo y con la refrendación del Plebiscito, pero es evidente que se tiene un nuevo escenario para superarlos. Los retos que representan el narcotráfico, la minería ilegal o el contrabando, como expresiones de una economía criminal requiere una fuerte afirmación y presencia estatal, para hacer que el Estado de Derecho funcione. Pero se hace en la reafirmación de un Estado legítimo, con reglas democráticas, pues son iguales y aceptadas por todos, que promueve el bien común y no como una expresión de intereses particulares dispuestos a violar los derechos de las comunidades, sean estos sociales o ambientales.

Continuar la guerra, justificándola con el derecho de las víctimas o por la desconfianza que generan las actuaciones pasadas de los diferentes actores en conflicto o las dificultades y tropiezos que se presenten, es más fácil que la construcción de un país en paz. Pero aún así debemos seguir apoyando ese esfuerzo, aunque implique sacrificios de toda la sociedad.

Es triste ver al expresidente Uribe, a quien muchos lo consideran un gran patriota, proponiendo símbolos de ingrata recordación para el mundo entero, símbolos del fascismo, como estandartes para oponerse al anhelo justa de una sociedad que quiere la paz. Por tal convencimiento, por que considero que la PAZ, en mayúscula e imperfecta es mejor que la guerra, votaré por el Sí en el plebiscito e invito a todos, que nos pongamos la camiseta de la paz y la sudemos por el bien de Colombia y de las generaciones futuras.

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