Ibagué: Una economía contradictoria

Ismael Molina

Los indicadores que periódicamente presenta el Dane sobre la ciudad nos repiten varias cosas por todos sabidas: que somos la séptima u octava aglomeración urbana del país, que el empleo tiene como base el comercio y los servicios, que las estructuras productivas se caracterizan por una abrumadora presencia de microempresas, al punto que más del 97% de las empresas tienen 10 o menos empleados, que el nivel de salarios de la ciudad está entre los cinco más reducidos en el país, que la capacidad exportadora es muy reducida y, para rematar, que los niveles de desempleo siguen siendo altos, al punto que durante un largo período fuimos los de más alto desempleo en el país. Es decir, el cuadro que nos muestran los indicadores económicos es el de una ciudad con altos índices de pobreza e inequidad.

Al lado de estos indicadores objetivos, aparecen otras realidades. Una actividad inmobiliaria con alto dinamismo en la vivienda destinada a ingresos altos y medios, el aparecimiento de nuevos centros comerciales destinados fundamentalmente a compradores de altos ingresos, indicadores normales o positivos en la compra de vehículos de mediana y alta gama y un fuerte dinamismo del sector de servicios, especialmente bares y restaurantes. Es decir, una ciudad con alta capacidad de pago.

Con base en esto se podría señalar a Ibagué como una ciudad pobre con alta capacidad pago. Eso es contradictorio.

Para explicar esta contradicción se tienen que recurrir a explicaciones que no son exclusivamente de la ciencia económica. El comportamiento se encuentra en tres elementos particulares de la dinámica de la ciudad: en primer lugar el comportamiento demográfico, en segundo lugar la existencia de una economía de la corrupción y en tercer lugar los efectos de la transferencia de la capacidad de compra de los micro-traficantes en la ciudad.

En el análisis demográfico nos encontramos que al observar la pirámide poblacional se aprecia que ésta tienen tres segmentos claramente diferenciados: el que va de 0 a 20 años, donde se encuentra la población infantil y juvenil, con alta dinámica y que representa entre el 40 y 45% de toda la población; el segundo segmento, de 20 a 40 años, se presenta una acelerada pérdida de población generada en migrantes laborales que se van de la ciudad, perdiendo la ciudad al sector poblacional de mayor dinamismo económico y cuya importancia en la población total se disminuye; en el tercer segmento, de 40 a 60 años, se produce un ensanchamiento de la pirámide y pareciera que a la ciudad le nacieran hijos de esas edades, pues representan una proporción de 35 a 40% de la población, que se explica por una migración de retorno de población de jubilados o retirados, que ven en la ciudad un buen vividero y que desde el punto de vista económico tienen capacidad de gasto y no demandan empleo.

La segunda explicación es que en la ciudad se ha asentado una fuerte economía de la corrupción, tanto en el sector público como privado, lo cual permite que se reciclen grandes capitales que no tienen clara explicación en las actividades de sus propietarios y esa cultura es prohijada por una sociedad adormecida frente al tema, ya porque lo ve como una práctica aceptada y normal o ya porque de una u otra manera, participa de ese festín de recursos mal-habidos.

El tercer elemento explicativo es la presencia generalizada de microtraficantes que se han localizado en Ibagué, no para realizar sus actividades ilegales, sino en plan de “formar familia”, con jóvenes bonitas de sectores populares, cuyas familias son de bajo ingresos y que a través de la niña bonita, el “nuevo” miembro de la familia, transfiere capacidad de compra a su cónyuge y a la familia de esta. Es decir, es un negocio de prostitución encubierta para mejorar el ingreso familiar.

Estos fenómenos explicaría la contradicción que encontramos, que se aprecia en el diario discurrir de nuestra ciudad, pero que, con excepción de la situación demográfica, no es captado por las frías estadísticas que nos entregan las autoridades.

La corrupción y el gasto del microtráfico es el producto de una economía criminal que cada vez se generaliza más en Colombia y que hemos de enfrentar para que nuestro país sea viable como nación. La dinámica demográfica es un gran reto y oportunidad para la ciudad que aún no se ha evaluado suficientemente y que bien vale la pena hacerlo.

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