Un voto por el futuro

Ismael Molina

Después del acto de firma del Acuerdo de la Habana queda solamente su refrendación el próximo domingo 2 de octubre, para concluir la etapa de negociación con las Farc y que señala el punto de partida de la construcción de la Paz en Colombia.

Se llegó la hora que los ciudadanos refrendemos con nuestro voto la decisión gubernamental de finalizar el conflicto armado con ese grupo guerrillero por medio del acuerdo firmado. Con contadas excepciones, especialmente en el tratamiento judicial de los combatientes y la instauración de la justicia reconstructiva, los demás puntos vuelven a poner en la mesa de discusión temas que debieran haber sido resueltos por la sociedad colombiana desde hace mucho tiempo.

El problema agrario y todo el planteamiento alrededor del desarrollo rural es una vieja aspiración de los sectores progresistas del país, para que se disminuya la inequidad, atraso y falta de oportunidades en que se han mantenido a amplias capas del campesinado, que ha sido la fuente de la violencia desde la creación de la República y que fue resuelto desde el siglo XIX en Europa y en la primera mitad del siglo XX en el resto del mundo.

Tuvimos que llegar a esta negociación para que las clases dominantes del país entendieran que esas condiciones de vida de cerca de 10 millones de colombianos no pueden seguir y que su superación es condición indispensable para el crecimiento y el desarrollo de la nación entera.

En el tema de las drogas ilícitas se presenta una oportunidad sin igual, pues la desmovilización de las Farc implica que las presiones que recibían los campesinos para sembrar tales cultivos por parte de este grupo armado han cesado, lo que le permitirá al Estado colombiano intervenir esas zonas sin la amenaza de enfrentamientos armados o de toparse con campos minados que lo impedían.

Dependerá de la fortaleza de nuestro Estado de derecho hacer efectiva esta ventaja, pues de lo contrario otros actores delincuenciales harán la presencia que la autoridad no haga, reproduciendo las condiciones que se proponen superar en el Acuerdo firmado.

Las cartas están jugadas y ha llegado la hora de las decisiones. Votar No es votar por la certeza de mantener la confrontación y las condiciones materiales que lo han generado, es decir, es votar por continuar con la guerra y la reproducción del atraso en el campo o la imposibilidad de resolver el problema de las drogas ilícitas y la permanente presencia de la minería ilegal y la corrupción.

Votar Sí en el plebiscito no es la solución inmediata de estos y otros problemas, pero es parar la confrontación, reducir la guerra y dar una oportunidad más para resolver los asuntos que a todos los colombianos nos preocupan, incluso los que hoy están dispuestos a enterrar el Acuerdo de la Habana.

Aunque los que votaremos Sí encontremos que los argumentos de los promotores del No son insensatos, debemos agradecerles que por su oposición y su alharaca han hecho de la Paz un propósito nacional y eso es muy importante en un país carente de los mismos.

Han logrado que la Paz no sea solo una bandera gubernamental, sino un compromiso de todos por construir el país y la Nación que soñamos para nosotros y nuestras generaciones futuras.

Para terminar por el día de hoy, un pensamiento: “El valor estará cerca si los dirigentes de opinión de todos los partidos logran extraer de la fatiga y confusión de la guerra lucidez mental bastante para comprender y explicar al público lo que hace falta; y, entonces proponen un plan concebido con un espíritu de justicia social, un plan que planee una época de sacrificio general, no como excusa para aplazar reformas deseables, sino como oportunidad para avanzar más de lo hemos avanzado hasta aquí, hacia la reducción de las desigualdades”. John Maynard Keynes. ¿Cómo pagar la Guerra?. 1940.

*Economista

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