Reflexiones

Ismael Molina

El triunfo de Donald Trump o el fin de una era.

La elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos ha prendido todas las alarmas de los demócratas y los progresistas del mundo entero, que no entendemos como la nación norteamericana, producto de un largo proceso de migraciones, optó por elegir como su líder a quien enarbola los antivalores del nacionalismo extremo, la exclusión social y la persecución a los migrantes como pilares de su política interna e internacional.

Algunas de las propuestas presentadas por Trump son efectistas para el gran público lo que le permitió captar esas franjas de votantes, pero que, al analizarlas en un contexto un poco más amplio, se ve el alto riesgo que implican para la democracia y el progreso, tanto de Norteamérica como para el resto del mundo.

1. Un estribillo que el nuevo Presidente repitió fue la necesidad de “recuperar la grandeza de los Estados Unidos de América”. La explicación de esta frase de campaña nos devuelve a tiempos idos que creíamos superados. En la historia norteamericana nos recuerda el imperialismo rampante de Teodoro Roosevelt (presidente entre 1901 y 1909) con su política del gran garrote y su insistencia en el destino manifiesto de los EE.UU., de ser el país que habría de imponer orden y buen comportamiento al mundo por medio del uso de la fuerza y la imposición como la fórmula de su diplomacia. “Habla suavemente y tenga detrás un gran garrote, y llegarás lejos”, solía aconsejar el presidente T. Roosevelt.

Un poco más reciente, esa visión recuerda las prédicas repetitivas del nazismo alemán sobre la necesidad de contar con un espacio vital, como elemento esencial de la grandeza del tercer Reich, lo que sirvió de combustible para provocar la catástrofe que significó la segunda Guerra Mundial.

Estas evocaciones del pasado que nos hace recordar el discurso de Trump, nos permite preguntarnos hasta donde está dispuesto a llevarlo y si estamos ante el regreso de formas imperiales y guerreristas que pensábamos superadas, y que ahora tendríamos que decir que estamos ante la eventualidad de un regreso al pasado.

2. Un segundo slogan de campaña, fue el tratamiento delincuencial a la migración, en especial la proveniente de Suramérica y del oriente medio. Fue ampliamente publicitada sus opiniones sobre el calificativo a la migración mexicana, catalogándolos de delincuentes y narcotraficantes, observaciones que se hicieron extensivos a todos los latinos. Así mismo, la pretensión de terminar de construir el muro de la infamia, entre México y EE.UU., como una reafirmación de su decisión de aislarse de Latinoamérica. Esa posición rompe un largo proceso que ha buscado un mejor estatus para la migración latina, estableciendo mecanismo de integración y cohesión social de ésta comunidad con el resto de sociedad norteamericana, reconociendo su aporte a la riqueza de los EE.UU.

En la política agenciada por Trump, los migrantes son estigmatizados y condenados de antemano, considerándolos como No ciudadanos, es decir, negando toda posibilidad de derechos, sin acceso a los mecanismos propios de los estados democráticos según los cuales todo individuo tiene acceso a la ley y a un trato justo e igual ante los tribunales, pues su condición de migrante lo hace inmediatamente delincuente y, por tanto, objeto de sanción legal con absoluta violación a sus derechos humanos. Eso ha de prestarse para acciones que todos, inclusos los propios norteamericanos, tendremos que desaprobar cuando se implementen. Solo se debe recordar que en la actualidad residente en ese país un total de 11 millones de residentes ilegales, que hoy ven con preocupación la posibilidad de ser expulsados del país sin reconocerles ningún derecho adquirido.

Esa situación no es solo el producto del medio que tienen algunos norteamericanos por el empleo, como se podría pensar, sino que es el producto de un rechazo más profundo y más peligroso: es el desprecio a formas culturales que no aceptan y que quieren excluir, es el miedo a la diversidad y al reconocimiento del otro como un ser igual objeto del respeto y los derechos que da una democracia

3. Una expresión inesperada de la política de Trump ha sido su rechazo a los tratados de libre comercio, donde China ha sido graduada del nuevo enemigo de EEUU, poniendo énfasis en los efectos del déficit comercial norteamericano y de la creciente desindustrialización del país. Considerar que se puede volver a las figuras de fronteras cerradas y crecimientos económicos autárquicos es una involución del progreso humano y un riesgo para la economía en todo el mundo, que debería volver a prácticas superadas por el aparecimiento de las nuevas tecnologías de las comunicaciones y la informática, que, independientemente de nuestras apreciaciones y preferencias, han globalizado al mundo y sus mercados, haciendolo una aldea global. Promover opiniones en contravía de esas megatendencias es confundir el futuro con el pasado y considerar que tenemos la capacidad de reorientarlas exclusivamente en favor de un solo país.

Estas son algunas de las propuestas impulsadas por el ahora nuevo presidente de EEUU. Ellas van en contra de los valores de democracia, justicia, inclusión y respeto por la diversidad que se han preconizado en los últimos 30 años en el mundo. ¿Será que la elección de Trump, la aprobación de Brexit en Inglaterra, el ascenso de M. Le Pen en Francia y hasta la victoria del No en Colombia, están marcado el fin de esos ideales y el regreso a una era de confrontaciones, antidemocracia, imperialismo y exclusión? 

*Economista

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