Colombia: una nación decepcionada

Ismael Molina

Las recientes encuestas de Yanhaas y Gallup, en que la desaprobación del presidente Santos llega al 71%, el reconocimiento del vicepresidente Vargas Lleras llega solo a 40% y su desfavorabilidad llega al 44% y el expresidente Uribe Vélez tiene rechazo del 51%, nos cuentan una historia que las clases dominantes no quieren oír: la nación colombiana que ellos dicen representar está cansada de las expresiones políticas y de los comportamientos públicos y privados que ellos representan. Que estamos hartos de la corrupción, el paramilitarismo, la mentira y el despilfarro que ellos encarnan. Es un mensaje que una y otra vez lo ha repetido el país y siempre ha sido desoído por los dirigentes de los partidos, unos en la oposición y otros en el Gobierno. Como diría León de Greiff, queremos nuevos aires para nuestra alma, nuevos aires.

El indiscutible éxito que como político y estadista ha tenido el presidente Santos en la búsqueda de la Paz con las Farc se ve empañado por su comportamiento clientelista en la distribución de los recursos del Estado por medio de la mermelada de su exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry, por su desvinculación con la realidad nacional frente a los reclamos sociales, ej. ¿Cuál Paro? Ante el paro de los camioneros, su falta de sensibilidad ante los problemas económicos de la nación, que se expresa en la elevación del IVA al 19% o su falta de compromiso para superar la crisis de la salud o lo malos resultados en las pruebas Pisa de los estudiantes colombianos. Es decir, los resultados sobre la Paz no logran superar la sensación de indolencia, corrupción y despilfarro que refleja el Presidente.

Pero la situación de su más posible sucesor no es sustancialmente diferente. Se le percibe como un personaje prepotente y autoritario, sin un claro compromiso con la Paz, con grandes vinculaciones con expresiones de la peor política posible como lo es la situación de corrupción en La Guajira, donde su partido ha dado los avales a los últimos tres gobernadores y al Alcalde de Riohacha, todos ellos actualmente en la cárcel, al igual que es su partido la agrupación con más miembros parlamentarios vinculados con el paramilitarismo y, por si fuera poco, al revisar las votaciones donde Vargas Lleras fue elegido como Senador, se comprueba que su mayor caudal electoral coincide con las zonas donde el paramilitarismo ha tenido mayor presencia. Nunca antes el ascenso de un patricio de noble cuna le ha costado tanto al país, pues, independiente de la pertinencia de las inversiones en vivienda e infraestructura, haber permitido que el Vicepresidente utilice para sus fines políticos los recursos públicos invertidos en estas actividades que suman 8 billones en vivienda gratuita y 42 billones en vías 4G, no solo es inadecuado y antidemocrático, sino francamente una forma inaceptable de promoverse para la Presidencia de la República.

Para completar este panorama, la oposición que desde la derecha ha declarado como su objetivo el descarrilamiento del proceso de Paz, como si ésta no fuera un bien meritorio por el cual todos debiéramos trabajar. No, la mentira y las pequeñas rencillas son el pan de cada día, para mostrar que les es más importante el odio que la Paz. Se indignan por que las Farc bailan en una celebración navideña, como si fuera mejor que siguieran echando bala; se han encargado de llenar de mentiras y prevenciones un proceso que va avanzando, con tropiezos pero con realidades incontrastables: 7.000 guerrilleros en campamentos veredales, una reducción sin precedentes de la violencia en el campo colombiano, iniciación de la entrega de armas, etc. Pero lo importante para el expresidente Uribe son los errores que se cometen, la cacareada impunidad de guerrilleros, el miedo a que los guerrilleros hagan política y toda mentira es válida en ese propósito y nada es suficientemente bueno para su odio y miedo. Las recientes encuestas le están contando que estamos cansados de tanta mentira y tergiversación, y que su pulcritud y la de su grupo no ha podido pasar el escrutinio público y por eso aparecen periódicamente los Andrés Felipes de Agro Ingreso Seguro, o recientemente los Garcías Morales de Odebrecht y hasta los Zuluagas con hackers o con ‘Duda’ Mendonça.

La nación está decepcionada de sus dirigentes, que entre la corrupción, el miedo, la mentira y el despilfarro nos han querido quitar nuestra decencia y dignidad. Entre todos podemos reconstruirnos y tenemos nuestros votos para que la próxima generación de colombianos tengamos un mejor futuro y no solo otros cien años de soledad y decepción.

RECTIFICACIÓN: En la anterior columna ‘La fatalidad de la dirigencia del Tolima’, por un error involuntario confundí el nombre del exgobernador y actual alcalde de Icononzo, Jorge García Orjuela, con el de su hermano, el exsenador Carlos García Orjuela, por lo cual pido disculpas públicas al exgobernador, que nunca ha pasado por los difíciles trances de una detención.

Economista

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