¿Para dónde va la economía?

Ismael Molina

Las recientes apreciaciones del ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, dando un parte de victoria por el control de la inflación, la supuesta aceptación del pueblo colombiano de la regresiva reforma tributaria, la reducción en la tasa de referencia del Banco de la República y los síntomas de mejoría de la confianza en los negocios, no puede ser más contraevidente.

Es indiscutible que los brotes inflacionarios han sido controlados, pero no es el producto del “prudente y acertado” manejo macroeconómico, sino de una fuerte contracción de la actividad económica, que no es para aplaudir, sino para reflexionar.

Los economistas que consideramos que la macroeconomía es mucho más que el manejo monetario y fiscal de la Nación, vemos con gran preocupación que para controlar la fiebre de la inflación estemos induciendo a un coma a la economía en su conjunto. La caída de la inflación es el resultado de la reducción de la capacidad de compra de la población, que se aprecia en las preocupaciones de los gremios de la producción que reiteradamente han venido reportando caídas en sus ventas, particularmente en los dos últimos trimestres, que se agudizó con la aprobación de la reforma tributaria, que afecta directamente los recursos disponibles de la comunidad, que tienen que dejar un monto mucho mayor para los impuestos en detrimento de su capacidad de compra.

Pero si los indicadores de ventas no son positivos, los de otros indicadores tampoco lo son. El déficit en la balanza de pagos es muy abultado y la esperada bonanza de exportaciones, producto de una devaluación real de más del 50% sucedida en los dos últimos años y la existencia de múltiples acuerdos de libre comercio, con diferentes países del mundo, no se ha producido y, por el contrario, ni los nuevos ni los antiguos aliados comerciales, muestran interés económico en nuestras exportaciones, las cuales siguen deteriorándose.

Por el lado del empleo las cifras también son desalentadoras. Las pocas cifras de crecimiento de este agregado es el producto de la construcción, que muestra todos los síntomas de un sector que está al final de un ciclo de crecimiento y cuya tasa de empleo muestra profundas variaciones, que aun positivas en la actualidad, muestra tendencias de estancamiento e incluso de contracción, producto de la reducción en ventas de inmuebles terminados que se identifica en el mercado.

La llamada locomotora minera ha sufrido una profunda contracción que se traduce en que las inversiones en el sector que rondaron en los 10 mil millones de dólares anuales en la primera década del presente siglo, en la actualidad no alcanzan siquiera el 10% de esta cifra, haciendo evidente que tal locomotora está casi parada.

Las cacareadas vías 4G, que tenían programada una inversión de 42 billones de pesos y que deben aportar en su proceso de construcción cerca de 2% del PIB, con solo algunas muy contadas excepciones, no logran el cierre financiero, es decir no logran los créditos necesarios para su ejecución, haciendo que esta otra locomotora tampoco arranque con la suficiente fuerza.

La inversión y la transformación del sector agropecuario, tan importante para la implementación de los acuerdos de paz y de gran importancia para la conasolidación del mercado interno y de las apuestas exportadoras, no muestran síntomas de crecimiento y, por el contrario, su participación en el PIB sigue cayendo y los necesarios cambios institucionales y tecnológicos solo aparecen en el papel y no en la realidad.

Por último, la situación del sector industrial, muestra que si se aísla el refinamiento de petróleo, representado por la entrada en funcionamiento de Reficar, su tasa de crecimiento es cero o alrededor de este guarismo, situación que se ha repetido en los informes de actividad económica de los dos recientes trimestres.

Con estas evidencias, derivadas de la política macroeconómica promovida desde las diferentes carteras, vale la pena preguntarse por las razones del Ministro para su alegría por los resultados inflacionarios. La proyección de crecimiento de 2,5% que propone el Gobierno no se sustenta en la realidad de las cifras macroeconómicas y que solo la terquedad o el cinismo es la razón que ha alimentado las decisiones que nos conducen a un crecimiento económico totalmente inadecuado, que hace que sectores de bajos ingresos, que ya habían salido de la pobreza extrema, estén abocados a volver a su anterior situación. Por eso, Sr. Ministro, ¿de qué se alegra?

Economista

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