La cultura: oportunidad de construir ciudad

Ismael Molina

La sofisticación de la cultura solo aparece cuando los asentamientos humanos adquieren un tamaño que son capaces de soportarla y es una expresión de su crecimiento y consolidación como centro urbano. Antes de que aparezca esa condición, las expresiones culturales están vinculadas a formas folclóricas que expresan ante todo la apropiación del hombre y su entorno natural. Esa es condición absolutamente necesaria y vital para la consolidación e integración de los territorios, entendidos como construcción social donde se funden el hombre, la naturaleza y sus relaciones sociales.

Cuando el folclor trasciende a su entorno y se universaliza, esa es la sofisticación de la cultura que se vincula con expresiones que no solo nos permite identificarnos con nuestro entorno, sino que nos permite vincularnos como ciudadanos de un mundo en cambio continuo, donde lo local es nuestra diferencia y lo global el mecanismo de ser parte del mundo ancho y ajeno.

Nosotros como Capital Musical hemos definido nuestra impronta cultural vinculándola con el mundo de la armonía y la musicalidad. En esa lógica la defensa y la protección del patrimonio musical de Ibagué se hacen una condición necesaria para consolidarnos como ciudad. Por eso se debe insistir en la defensa del Conservatorio del Tolima, en la Universidad de la música, en los colegios musicales como elementos indispensables de nuestra identidad. Por eso nos duele la desaparición de los Coros del Tolima o del Concurso Polífónico Internacional que fue, en su momento, envidia de muchas ciudades y ahora solo añoranza de los ibaguereños.

En esa lógica se vinculan el aparecimiento y la consolidación de las academias de ballet de la ciudad, que con más esfuerzo y tesón se han mantenido, aunque ello implique la lucha titánica de sus promotores por hacer florecer la semilla de ese noble arte en el campo abonado de la Capital Musical. En esa tarea, la academia Iballet se propuso incoar la semilla de la danza clásica en niñas, niños y jóvenes y ha empezado a dar frutos. En el concurso nacional de All Dance, llevado a cabo en el 20 y 21 de mayo en Cali, en competencia con 700 bailarines inscritos de todo el país, los ibaguereños, con solo seis inscritos, obtuvieron un total de cinco premios nacionales, obteniendo entre otros el primer puesto para Brahian Stick Alzate Leaños, como mejor bailarín infantil de la competencia nacional.

Esos logros se vieron recompensados con la invitación a la totalidad de la academia a participar en el concurso mundial de danza a realizarse en el mes de noviembre en Orlando (Florida), llevando la representación de la totalidad del país a ese evento.

Para un pequeña institución, como lo es Iballet, tal reconocimiento es inmensamente satisfactorio, pero supera con creces las posibilidades económicas de la entidad y de los bailarines, que con base en recursos propios, es decir de sus familias, deben sufragar un costo que supera los 100 millones de pesos para apoyar el entusiasmo y capacidad que ha mostrado la academia y para representar a nuestra ciudad y nuestro país como una opción para la danza clásica.

Tal posibilidad, que debiera llenar de entusiasmo y solidaridad a los diferentes niveles de gobierno y la empresa privada que puede ver en esa posibilidad un instrumento para hacer un mejor mercadeo de la ciudad, en beneficio de la calidad de vida de todos los ibaguereños y de su propias empresas, no ha sido apoyado ni por unos ni por otros y, aunque han existido expresiones de compromiso, los recursos no aparecen haciendo cada vez más incierta la posibilidad que se ha abierto para el ballet en la ciudad. Ni la Alcaldía, que ha dicho reiteradamente que tiene interés de apoyar, ni la gobernación ni la empresa privada muestran interés para poder cumplir con tal propósito.

Eso nos hace preguntarnos si nuestra dirigencia pública y privada tienen la madurez para avanzar en la construcción de la ciudad musical que hemos soñado o eso es un deseo frustrado que difícilmente alcanzamos, pues consideran que solo podemos ser una expresión folclórica para reafirmarnos como hijos de nuestro territorio pero incapaces de ser ciudadanos del mundo y que los esfuerzos de los promotores culturales sea una nueva oportunidad perdida para la ciudad

Economista

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