Crecimiento económico y paz.

Ismael Molina

Es poco entendible el optimismo del Ministro de Hacienda, al afirmar que el crecimiento económico del presente año debe rondar en el 2%, pues las proyecciones de otros países de nuestra América es mucha más baja, como es para Brasil, Argentina o nuestro vecino Venezuela. Esa visión “optimista” del Ministro contrasta con las opiniones de analistas y académicos que proyectan un crecimiento que ronda entre el 1% y 1,3%, una cifra totalmente insuficiente para el país, pero virtualmente catastrófica en medio de un proceso de paz, pues contiene todos los riesgos para que la situación económica de la población se convierta en la mejor munición contra el proceso.

En medio del presente debate electoral, parece totalmente pertinente preguntarnos ¿qué está impidiendo el crecimiento económico, a un país que en el pasado reciente, en medio de un conflicto armado de más de 50 años, lograba crecer a guarismos de 4% o 5% y más?

Las respuestas son múltiples, pero me centraré en esta reflexión en una: qué es y como se ha entendido el manejo macroeconómico en los más recientes 25 años.

Desde el gobierno de Cesar Gaviria, se produjo una profunda ruptura en la concepción de qué se entiende por manejo macroeconómico, y restringió tal concepto al manejo de las variables monetarias, de manera que ello se redujo al manejo de la cantidad de dinero en circulación, al control de la inflación y a la intervención de la tasa de interés, convirtiendo la meta de inflación en la apuesta macroeconómica por excelencia.

Tal situación significó una profunda ruptura sobre las responsabilidades del Gobierno nacional respecto al crecimiento económico, pues se estableció que éste era el producto de políticas sectoriales, que debieran ser ejecutadas desde el sector privado con mínima o nula intervención del Estado. En tal concepto se definió que las políticas de empleo, de industrialización, de mejoramiento del sector agropecuario o del manejo de los servicios públicos y sociales eran políticas sectoriales a ser desarrolladas por las libres fuerzas del mercado, con instrumentos de facilitación y regulación por el Estado y sólo la política monetaria (control de la inflación y tasa de interés) y fiscal (manejo de impuestos) eran las responsabilidades del estado nacional.

Esta concepción, que se profundizó durante la administración de Andrés Pastrana y las dos de Uribe Vélez y se sostuvo durante el actual gobierno ha tenido resultados evidentes: la caída de la participación de la industria y del sector agropecuario en el producto interno bruto, el crecimiento de la participación del sector financiero, de la construcción, de las actividades inmobiliarias y de la minería y el incremento de trabajo informal a costo de la reducción de trabajo formal y digno. Es decir, la consolidación de una economía especulativa a expensas de una economía productiva. Esta ecuación económica puede ser exitosa en el corto y el mediano plazos, pero es una carta ganadora para el estancamiento y el atraso en el largo plazo. Hemos sido exitosos para especular y enriquecer a los especuladores, pero incapaces para crear una economía de crecimiento y desarrollo en el largo plazo. Por eso no hay proyectos de ciencia y tecnología que apalanquen el cambio tecnológico de la economía real.

En recientes declaraciones al diario El Tiempo, el Presidente de la Andi señalaba que en el país se necesitaba más microeconomía y menos macroeconomía. No. Se necesita más macroeconomía, entendida como política económica para el desarrollo y no solo para el manejo de la moneda, donde nos pongamos de acuerdo en los propósitos nacionales sobre el desarrollo de la ciencia y la tecnología para la industrialización y el crecimiento agropecuario, donde pensemos más en el largo plazo de un país que se reinventa en medio de un proceso de paz y menos en cómo controlar la tasa de interés y la inflación si ello ha de implicar el sacrificio de los esfuerzos de industrialización y de productividad en el campo.

Es muy preocupante que el 84% de los asistentes a la Asamblea Anual de la Andi reconozca que no existe política industrial en el país, cuando el reto es como crecer y generar empleo para consolidar la paz y el desarrollo.

Economista

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