Ni tan mal como dice Uribe, ni tan bien como dice Santos

José Adrián Monroy

Siete mil 132 armas fueron entregadas por parte de la guerrilla de las Farc el pasado lunes, en cumplimiento a los acuerdos de paz que se suscribieron con el Gobierno nacional, según lo certificó la Organización de Naciones Unidas ONU.

De entrada, supone un gran avance al anhelo de una paz sólida y definitiva como la que se tiene prevista con las Farc, rompiendo así, aquel viejo paradigma que tuvieron hace más de cincuenta años los que creyeron que alzándose en armas podrían llegar al uso del poder y desde allí imponer sus ideales con el fin de transformar la realidad que en su momento vivía el país.

Pero, un gran número de colombianos duda del proceso por la incertidumbre que ha producido la implementación de los acuerdos como consecuencia de la desconfianza que generaron tantos años de actos de violencia y terrorismo por parte de ese grupo insurgente, y de la falta de claridad que ha mostrado el Gobierno nacional en su intención de materializar a toda costa el llamado post conflicto.

Además, también peca el Presidente Santos y su equipo, al querer reducir la terminación del conflicto armado en Colombia al acuerdo de paz suscrito por las Farc, desconociendo otros tantos factores que se están convirtiendo en fuertes focos de perturbación a la tranquilidad de la sociedad como: Microtráfico, inseguridad urbana, grandes redes de narcotráfico, la creciente actividad delictiva del Ejército de Liberación Nacional ELN, el Clan del Golfo; en fin, no solo el acuerdo con las Farc será suficiente para que el desenlace de nuestro futuro sea un estado en paz.

Es por eso que es tan importe realizar un plan serio, que sea posible en su ejecución, con una amplia y duradera cobertura que no permita la reincidencia de quienes están haciendo un plan de desmovilización sincero, ofreciéndoles incentivos institucionales que concedan oportunidades de inclusión a la sociedad civil, con medidas severas que castiguen la reincidencia y la criminalidad. Pero, sobre todo, que sea un plan que sea incluyente, transparente, que se dé a conocer a toda la opinión pública sin reparos y cosas ocultas, para no dejar espacios a que la politiquería y la demagogia tergiversen la información e incidan en confundir más a la gente.

Así las cosas, es un avance significativo que se hayan entregado más de siete mil armas, porque son siete mil oportunidades menos de que un colombiano muera y eso no se puede minimizar. Obviamente falta mucho camino por recorrer, puntos por despejar y hechos por materializar que permitirán que la gente vuelva a creer, por lo tanto, mi invitación es a que confíen en la posibilidad de una Colombia mejor y a que no traguemos entero ya que no estamos tan mal como dice Uribe ni tan bien como dice Santos.

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