¿Grito de Independencia o estrategia política?

José Adrián Monroy

El respetado periodista Juan Gossaín, en escrito para el diario El Tiempo titulado “Francamente: ¿lo del 20 de julio fue una revolución o una pelotera?”, hace una reseña histórica de lo que sucedió aquel viernes 20 de julio de 1810 en Santa Fe de Bogotá, capital del Virreinato de la Nueva Granada, como se llamaba Colombia en ese entonces, y cuenta algunas situaciones que pueden explicar el origen del ejercicio político actual en nuestro país y que en esta columna quiero resaltar.

Los llamados “conspiradores” eran personas que pertenecían a la oligarquía criolla que, cansados de los impuestos exigidos desde España, empezaron a cocinar los movimientos que lograron una parcial independencia; entre ellos estaba José Miguel Pey, hijo de una familia española tan distinguida que su padre había sido juez de la Real Audiencia. Lo curioso es que el señor Pey era el alcalde de Santa Fe por nombramiento que le hizo el virrey español. ¿Un alcalde que participó en contra su propio gobierno?, nada diferente a lo de hoy.

Otro asombroso acto de independencia fue el de Joaquín Camacho, otro notable oligarca de la época, a quien encargaron la misión de ir a la residencia del virrey Amar y Borbón, el máximo gobernante que tenía el país y representante directo del rey, a pedirle que delegara sus poderes en una junta de gobierno de la que también formaran parte los criollos. Obviamente el virrey rechazó de plano la propuesta. Posteriormente, tramaron ir a donde Llorente, para pedirle prestado un adorno de mesa que necesitaban para organizarle un agasajo de bienvenida a un mensajero del rey. ¿Le querían organizar una fiesta a un miembro del régimen del que pretendían revocar?

Para sumarle a las extrañas prácticas políticas de la época, se le añade que después de que se diera el famoso grito de Independencia, en las primeras líneas del documento con que se establecía la nueva junta de gobierno, aquellos personajes ratificaban la obediencia al rey Fernando VI y que esa junta sería presidida por el propio virrey Amar. Entonces, ¿fue independencia o un trato para obtener mejores beneficios para los que armaron la supuesta revolución?

Esto demuestra que desde siempre, una importante fracción de la clase dirigente y política de nuestro país, se ha valido de todo tipo de artimañas para poder sostenerse en el poder. Parece que 207 años después, la práctica politiquera sigue intacta, como si se hubiesen transmitido genéticamente o como si estuvieran incrustadas en el ejercicio de lo público. Es así, que cada 20 de julio se renueva la junta directiva del Congreso de la República como la conmemoración a aquella gran “proeza política” que hicieron unos cuantos.

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