Hasta siempre, Stivens Parra

José Adrián Monroy

Siendo candidato al Directorio Departamental Conservador del Tolima conocí a Stivens Parra, fue en el 2008 cuando gracias a nuestros amigos, él y yo, logramos entrar a la dirigencia azul en el departamento; éramos muy jóvenes y a pesar de la alegría que generaba el haber ganado, nos aterraba el hecho de estar en las grandes ligas del partido y abrirnos espacio entre los más recorridos y experimentados políticos.

Aún recuerdo cuando llegaba a la Casa Conservadora acompañado de quien hacía las veces de consejero, escudero, su más ferviente seguidor o como él lo llamaba: “mi mejor amigo”, su papá. Con ellos teníamos interminables conversaciones sobre lo que debería ser el ejercicio político, de hacerlo con convicción, basado en principios y siempre con la inagotable vocación de servir; hablábamos de Alpujarra o Cajamarca municipios por los que anhelaba gestionar y hacer. Nos reíamos de las desilusiones y desaires que nos tocaba vivir porque simplemente éramos los jóvenes que aunque teníamos voz y voto dentro del directorio, no teníamos el renombre ni la base electoral suficiente para que nos pararan bolas.

Stivens era espontáneo, soñador, desprevenido, elocuente, inteligente, apasionado por lo que hacía, un gran poeta pero sobretodo un buen hombre, de esos que deberían estar multiplicados por miles pero que por desgracias de la vida o del destino me toca recordar después de su trágica partida.

Ayer, un accidente de tránsito apagó ‘La Luz’ de este alegre periodista y literato especialista en marketing político, su recuerdo estará siempre en cada una de las personas que compartimos un poco de su locura, jovialidad y felicidad. Se fue Stivens Parra Gámez, se fue muy pronto, le faltó mucho por vivir porque tenía mucho para dar.

Estoy seguro que su alma tendrá asilo y que la eternidad le espera, como lo dijo Roberto Gómez Bolaños: “Yo que iba tan tranquilo, acercándome a mi vida terrenal. De pronto dudo y vacilo… ¿Es verdad que no hay asilo para el alma? ¿Que morir es dejar de existir? ¿Que la fugaz existencia no tiene la trascendencia que me dejaron intuir? ¡No, eso no, por favor! Yo, con mi libre albedrío, me atrevo a decir, Dios Mío, que debe haber un error. Y, perdóname Señor, si con esto te incomodo. Sin embargo, de algún modo, te lo tengo que decir: ¡No me vayas a salir con que aquí se acaba todo!”

Mi abrazo solidario para toda su familia, para sus padres, su hermano, su esposa y su hijo.

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