Colombianos sin criterio

José Adrián Monroy

Colombia es el país de los contrastes,  pero sobretodo de las contradicciones. Desde hace un buen tiempo, la mayoría coincidía en que de  todos los problemas que nos agobian, la violencia y la corrupción son los que más perjuicio le han causado a nuestra sociedad, siendo directos responsables del atraso en el que se encuentra gran parte del territorio. 

No obstante, son estos aspectos (violencia y corrupción) los que ahora han logrado polarizar a la ciudadanía de tal forma que no hemos logrado ponernos de acuerdo en estos puntos tan elementales  y cruciales. Primero fue el proceso de paz. El resultado del plebiscito que buscaba el aval popular de los acuerdos suscritos (Gobierno nacional y Farc) en La Habana, le dio el triunfo a los del NO por una pequeña diferencia. Esta situación era increíble para cualquier persona en el mundo porque, ¿quién no quiere La Paz?; la razón, los intereses politiqueros que causaron temores infundados en muchos con argucias como que nos convertiríamos en una nueva Venezuela.  

Ahora, después de un esfuerzo histórico; se convocó a una consulta popular que desde la implementación de la constitución de 1991 no se había dado y que trataba sobre temas inherentes al ejercicio político. Tuvimos la enorme  oportunidad, con la consulta popular anticorrupción que se realizó el pasado 26 de agosto, de manifestar todo ese malestar y aversión que las personas sentían hacia los actos de corrupción y que era expresado constantemente por redes sociales, donde se esperaba que ese proceso de catarsis se tradujera en una aplastante votación. Pero no, otra vez pasó lo impensable y la consulta anticorrupción no superó el umbral de votación que exigía 12 millones de votos para su validez.

Fue, una vez más, la manipulación de siempre, la que no permitió que las personas salieran a votar porque un sector político dijo que esa consulta costaba una millonada. Nuevamente el interés político de unos pocos, trunca una opción de expresión  popular que marcaría un rumbo distinto en la concepción de lo público; a eso se suma un mal que es muy colombiano, parecer más no ser, somos buenos para decir muchas cosas pero malos para hacerlas y ese fue el mensaje que dejó la consulta. Muchos aborrecen la corrupción solo de dientes hacia afuera. 

Sin embargo, el resultado de la elección es esperanzador,  y aunque no se alcanzó el umbral, un poco más de 11 millones de personas creen que el trillado cambio si es posible. La tarea que viene es que ese anhelo de que las cosas sean diferentes en materia política, llegue a las regiones y sea determinante a la hora de decidir en las próximas elecciones. 

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