Reflexión sobre el suicidio

José Adrián Monroy

No hubiese querido escribir estas líneas pero lo que sucedió el día miércoles 6 de febrero de 2019, quedará en una página oscura de la historia de Ibagué y es inevitable que expresara mi opinión al respecto.

Ibagué está dentro de las cinco ciudades donde más se presentan casos de suicidio. Han transcurrido tan solo 38 días del año 2019 y ya son 5 los casos de suicidio reportados según el boletín epidemiológico Sivigila. Este grave problema de salud mental, merece un tratamiento especial por parte de las autoridades locales puesto que ya se conoce que, independiente de las causas que originen la acción de un suicida, los ibaguereños somos proclives a cometer esta fatal decisión. Por lo tanto se debe trabajar en unas planeadas e incisivas campañas de prevención en toda la ciudad.

Sin embargo, lo que ocurrió el miércoles pasado es una muestra de la gravedad del asunto. Una mujer de 32 años de edad junto con su hijo de 10 años, se lanzaron desde el “puente de la variante”, sitio que ya se convirtió en un lugar suicida por excelencia, dejando a todo el país en un grado de consternación único; primero, por el sensacionalismo que produjo el hecho - la transmisión en vivo por redes sociales de los medios de comunicación, los videos grabados por curiosos que se volvieron virales y que despertaron el amarillismo de esta ciudad - y segundo, por el hecho en sí mismo, que creo, no tiene antecedentes.

Nunca he tenido claro, si quien se suicida es muy valiente para hacerlo o muy cobarde para no enfrentar los problemas que la vida nos pone en el camino, lo que sí tengo claro, con el respeto que se merecen los familiares de la mujer suicida, es que ella se suicidó pero a su hijo lo mató. Tiene que estar muy enfermo quien someta a su hijo al terror que debe producir sentirse al borde de la muerte, un niño de 10 años es un alma inocente que no merece soportar este tipo de situaciones.

Fue un acto aberrante, salido de toda lógica y de cualquier proporción que no tiene ningún tipo de justificación. El ser humano es libre de tomar decisiones sobre su vida pero no de cercenarle el futuro y la esperanza a los demás y menos, a la de un niño de 10 años. Solo le pido a Dios que esta clase de actos no vuelvan a suceder, que nos corresponde estar atentos a los compartimentos de los miembros de nuestro núcleo familiar y que ilumine el corazón de quienes piensen en que quitarse la vida es la salida.

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