Lo que hay detrás de la empanada

José Adrián Monroy

Creo que hasta el momento, se ha dicho todo acerca del famoso suceso de la compra de la empanada; sí, la multa de 800 mil pesos que le impusieron a un joven por comprar una empanada en la calle. El acto, narrado así de simple suena por demás ridículo, mas aún cuando ha sido una práctica común y recurrente para todos - o al menos para mí lo es -.

La situación merece un análisis más profundo, que no debe tomarse de la manera folclórica y ligera en la que se tomó -como casi todo en este país-, puesto que el hecho desnudó problemas que a mi parecer, son la base de algunos de los conflictos que tenemos como sociedad: la improvisación legislativa, la ocupación del espacio público y la incultura ciudadana.

Cuando hablo de la improvisación legislativa, me refiero a ese afán que existe en Colombia por hacerle ley a todo, para todo y sin reflejar el contexto social que existe. Con esto no quiero decir que a la ley hay que pasársela por la faja porque estamos en un estado social de derecho y hay que cumplirla, sino que esa exagerada carga impositiva de normas suele resultar en lo que pasó: en donde unos agentes de policía, por hacer cumplir la ley, en este caso el Código de Policía, multaron a quien se encontraba infringiendo el articulo 140 de ese código. ¡Sencillo!

En cuanto a la ocupación del espacio público, ese ha sido un eterno inconveniente de todas las ciudades del país, debido a la proliferación de la actividad comercial informal (vendedores ambulantes) que inunda las calles y que se ha sido casi imposible de controlar por parte de las administraciones locales.

Esto se debe fundamentalmente a dos cosas: primero, la desaceleración económica que se vive, hace que escasee el empleo estable y obligue a la gente al rebusque; y segundo, el precio de la formalidad, que en Colombia es muy alto, el vendedor callejero no puede asumir la carga de impuestos, permisos y regulaciones que se le exigen.

Por último, nuestra arraigada incultura. Cuando de civismo se trata, estamos de últimos en la fila, pues aún nos cuesta cumplir ciertas normas que son esenciales para nuestra sana convivencia. Cruzar la calle por puentes peatonales o las cebras, no pasarse los semáforos en rojo, no botar basuras en las calles o para el caso, ocupar el espacio público y comprarle a vendedores informales, se convirtieron en conductas habituales para muchos en esta sociedad.

Por lo tanto, no es solo la multa por la empanada: es el Estado que no les soluciona a los vendedores informales y hace costosa la legalidad, son los ciudadanos que no se culturizan y son las normas las que no interpretan y corresponden a nuestra realidad.

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