Septiembre 11

Se cumplieron diez años de cuando en territorio norteamericano, el grupo terrorista Al Qaeda, comandado por Bin Laden, secuestró cuatro aviones comerciales,

desviándolos y lanzándolos como kamikazes sobre el World Trade Center, corazón financiero del mundo, el Pentágono y la Casa Blanca. Por fortuna, en este último se amotinaron los pasajeros y no cayó en el blanco predeterminado, pero estrellándose en otro sitio, como héroes, murieron todos los plagiados.

Indescriptibles la conmoción, angustia y desconcierto de todas las víctimas, especialmente, de quienes encontrándose en las torres gemelas, sintieron o quizás vieron las aeronaves impactando con brutal violencia contra el vidrio y acero de las edificaciones que, segundos antes, tenían un límpido panorama de mañana veraniega con cielo azul enmarcando la Estatua de la Libertad.

Fueron instantes en donde para unos, inició el camino hacia la eternidad, para otros, una carrera contra el destino, sin saber exactamente por qué. Entre zozobra y caos, descendieron muy lentamente aquellas interminables, estrechas y oscuras escaleras llenas de humo, olor a quemado, obstáculos y agua. Al albergar las torres 50 mil trabajadores, en cada piso se agregaban más personas, formándose una conmocionada marea humana que difícilmente bajaba de a tres en fondo, encontrándose con los 300 cuarenta y tres rostros de bomberos que subían a salvar vidas pero que, en cambio, encontraron la muerte.

Heridos o ilesos, miles alcanzaron la calle captando por fin la tragedia. Vieron polvo, escombros, sábanas ensangrentadas, cuerpos destrozados esparcidos por el pavimento, como también, un diluvio de papeles y escombros cayendo como confetis en carnaval.

Infortunadamente, la dicha de salvarse de aquel infierno, aun a 10 años de distancia continúa siendo un interminable calvario, puesto que, al sentir alivio por estar vivos, les crea un gran sentido de culpa por aquellos que perecieron. Por ende, la herida no cierra, continua con lacerante dolor, siendo mucho más agudo para los que advirtieron flotando en el vacío, los cuerpos de quienes no quisieron morir entre las llamas.  

Si el objetivo de los agresores era deteriorar aún más las relaciones entre el mundo occidental y el musulmán, lo lograron. Si el interés era desencadenar incivilizadas guerras, lo lograron. Si la finalidad era instrumentalizar el miedo, lo lograron. Porque es un hecho que desde septiembre 11 de 2001, en aras de una utópica seguridad, ellos y nosotros somos menos libres. Luego, el sacrificio al que fueron sometidas dos mil setecientas cincuenta y dos personas inermes, en todo sentido fue inútil.

De todas maneras, su recuerdo será permanente en el corazón de los occidentales y en el Memorial Ground Zero, monumento asociado al cementerio de Arlington y al Vietnam Veterans Memorial, símbolos de la historia guerrera de Estados Unidos.

Credito
AMPARO MARGARITA MORALES FERIA

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