Menor capacidad de concentración, somnolencia y alteración del sentido de distancia y velocidad.
Mayor sensibilidad al encandelillamiento. Disminución visual lateral que provoca visión en túnel o ángulo de enfoque de sólo 20 grados. Pérdida de lucidez mental e inducción a euforia, estados que subvaloran el peligro, convirtiendo a un conductor ebrio en potencial asesino.
Aunque con excesivo retraso, el Congreso aprobó la Ley que obliga prueba de alcoholemia.
La autoridad la puede requerir a conductores de vehículos y motos. ¿Y por qué no a ciclistas, zorreros (ver carrera 3 con calle 20) y jinetes en cabalgatas?
Negarse conlleva multa y suspensión de licencia por 10 años. Y, quien conduzca con un trago, o sea, no llegando al primer grado de embriaguez provocado por dos cervezas, tendrá suspensión de licencia de seis meses a un año y así sucesivamente.
Tampoco habrá reducción de multas. ¡Buena esa! Por fin la causa de miles y miles de muertes y lesiones, tendrá consecuencias legales, financieras y sociales.
Primero que todo, la aprobación la debemos a los 50 mil idiotas útiles que votaron para llevar al tal Merlano al Congreso, para según él, poder conducir beodo, sin licencia y con derecho a negarse a examen de alcoholemia.
Indudablemente, cree que incluyen historia, geografía, matemáticas, ciencias y español y, como pasó por la escuela sin romperse ni mancharse, sabe que nunca las superará.
O mejor, temió que incluyeran prueba de mal aliento, carranchil, caspa, chucha, pecueca, venéreas, eyaculación precoz o verrugas mal parqueadas y, siendo congresista, con seguridad y tres cuartos, no le saldrían falsos, sino legítimos positivos.
Segundo que todo, se le debe a Óscar Pérez, comandante de Policía Metropolitana de Barranquilla, porque al desaprobar a grito herido que los patrulleros hubieran cumplido su deber con Merlano, hizo sonrojar hasta a los padres de la Patria, obligándolos a aprobar en volandas la norma.
Que vergüenza haber tenido entre la Policía un General que no acepta patrulleros que pongan comparendos a los infractores de tránsito, amenazando con desvinculación, traslado y pliego de cargos, a quien según él, osó “irrespetar” al infractor Merlano porque como Senador, no se le puede aplicar la ley.
Por último y en serio, ¡Aleluya, aleluya! Porque contamos con Werlin Wilmar Escobar y Héctor Gustavo Niño, un par de correctos policías que, al contrario de su regalado y sinvergüenza comandante que salió por la puerta de atrás, recibieron apoyo de medios y comunidad y no perdieron sus puestos porque cumplir con el deber sí paga.
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