Fiestas, fiestas, fiestas

Cada pueblo del planeta dedica máximo tres a cinco días anuales para fiestas populares. En Ibagué más de 15 días, como en jaranas coloniales que honraban al Rey de España.

Mas, Ibagué ya no es un miserable caserío de paso para occidente. Es una capital con 500 mil habitantes y, como tal, tiene que reflejarse para poder reposicionar como destino turístico a nuestra verdadera fiesta, el Festival Folclórico Colombiano.

El Festival llegó a su 40 versión y es Patrimonio Cultural y Artístico de la Nación.

Muestra la variedad folclórica en bailes y vestimentas colombianas, con presentaciones variadas, alegres y coloridas.  

Sin embargo, Neiva le restó importancia con aburrido concurso de inmarcesible bambuco, bailoteado con oropeles en vestido desdibujado del típico original.

Con nadadito de perro y “Dese la rodadita”, los opitas posicionaron su evento. Los medios nacionales les paran bolas y haciéndoles la segunda empiezan a publicitarlo meses antes de la celebración. Del nuestro las notas son ínfimas.

Perdimos el norte cuando al Festival realizado del 24 al 29 de junio le restaron categoría, agregándole alargues y otros fandangos para terminar mezclado con reinaditos privados como el Empresarial, que ya cierra calles y atraviesa tarimas en la carrera Quinta.

Opacaron el San Juan con el Día del Tamal. A propósito, el decreto 0265 no lo obliga a ser de libra, ni tampoco a aportar a la Alcaldía 10 tamales por derecho a participar. Todas mentiras implantadas con regocijo heredadas. Como homenaje al anís, cagajón y música norteña, desde 2002, los caballos también invaden la Quinta.


Igual, el Municipio la cierra entre 37 y 42 y arrienda sus andenes, generalmente, beneficiando extraños al lugar y negociantes de último minuto, vulnerando derechos de habitantes de la zona y de quienes no comercian con guacherna.


Así, a su acomodo, cada cuatro años, alguien agrega o quita lo que le viene en gana desdibujando cada vez más, lo que tendríamos que resaltar, el Festival Folclórico Colombiano.


Además, no se puede pasar por civilizado, más de 15 días de concentración en la arteria principal de un ambiente cochino, maloliente, chabacano, ordinario con casetas de mala muerte y deprimentes espectáculos de borrachos, rencillas, heridos y muestras escatológicas en puertas de negocios no nocturnos como bancos, droguerías y otros. Tampoco lo es, una ciudad publicitariamente violentada por una cerveza que se apoderó de las festividades.


Urgente. Elegir sitio alejado para desarrollar las fiestas sin desmadrar la ciudad y vulnerar sacrosantos derechos, los borrachitos van a donde pongan trago. Ocupar la Quinta sólo con los desfiles municipal y nacional. Agregar solamente eventos periféricos que enriquezcan el Festival.


Y, Departamento y Alcaldía dedicar esfuerzos para devolver el esplendor perdido y, poder capturar turistas, no de “hotel mama”, sino de aquellos que reactivan la economía en varios sectores. 

Credito
AMPARO MARGARITA MORALES FERIA

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