Antilengua

El lenguaje pertenece al marco de la Semiótica Social y es un sistema con infinidad de formas para crear significados. Sin embargo, cada lengua tiene ya establecidas sus normas, convenciones y restricciones. Por ende, cada una determina cómo se puede hablar, escribir o pensar cuando se le usa.

A todo nivel, lumpen, hampa, colegiales, universitarios, políticos, burócratas, profesionales y otros grupos sociales, han creado la antilengua: argots, jergas y dialectos. 

Igualmente, periodistas, comunicadores, modelitos y presentadores de radio y televisión, informan a punta de errores gramaticales o distorsionando el español con metáforas, términos y neologismos incorrectos. 

Además, para “lucir multilingüismo”, tanto ellos como varios profesionales jóvenes, mal pronuncian términos anglófonos, franceses, italianos, etc., en vez de hacerlo en los correspondientes significantes y significados en español. Y, ni hablar del lenguaje escrito.

Son absurdos que se vuelven regla de oro, porque quienes manejan medios de comunicación los repiten como loros produciendo bola de nieve. Entonces, tanto televisión, periódicos, revistas, publicidad, como en discursos, reuniones, redes sociales y diálogos cotidianos, bombardean con afrentas y maltrato, no sólo a nuestro rico y hermoso idioma sino también otros lenguajes. Todo ello engendra subculturas que generan contenidos mentales alternativos y, sean modas permanentes o pasajeras, cambian patrones básicos en la sociedad y lesionan la lengua madre. 
El lenguaje es tan evolutivo como los tiempos y las costumbres, pero para mejorar no para dañar. Empero, los frecuentes errores semánticos, desde hace varios años van tan al galope que ya son de uso cotidiano, lo cual lleva paulatinamente a la persona a limitar la capacidad de las representaciones mentales. Por eso, el empobrecimiento del lenguaje usado para simbolizar la propia percepción de la realidad, es directamente proporcional al empobrecimiento de la capacidad de dar sentido lógico a los propios pensamientos.

En oportunidades, grupos de amigos conversan sobre el tema en especie de catarsis colectiva con visos de reunión de Alcohólicos Anónimos, pues cada quien desea confesar, tanto las afrentas semánticas soportadas, como la animadversión hacia quienes las pronuncian. Los relatos van “in crescendo” hasta que, de quien menos se espera, llega la puñalada trapera cuando le emerge cualquier expresión de moda. En ese momento se advierte que en el habitual léxico, muchos de nosotros también usamos algunos de esos terminachos. Entonces, con caritativa resignación se cambia argumento.

Unos pone en práctica la antilengua por inercia: “¿para dónde va Vicente? Para donde va la gente”. Otros sólo pueden expresarse en jerga porque tienen un mínimo léxico. Y, otros, al no habérseles inculcado una verdadera y motivante relación con su entorno, ansían haber nacido en otro país, por ende, desprecian cultura, costumbres, lengua y lugar al que pertenecen, es decir, en el fondo, fondo se aborrecen a sí mismos.

Credito
AMPARO MARGARITA MORALES FERIA

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