PUBLICIDAD
Que desapreció de nosotros, de nuestras casas, de espacios públicos, del transporte, de la economía y de la realidad real. La verdad, el virus parece haberse difuminado pero momentáneamente de nuestro foco de atención. Olvidamos con facilidad los muertos anónimos y personajes víctimas de él hasta hoy, las altas tasas diarias de fallecimientos registradas en las últimas semanas y el riesgo permanente de contagio para personas con enfermedades precedentes, adultos mayores, jóvenes y niños con defensas bajas. Más actividad cotidiana parece sinónimo de relajamiento extremo, como si el mortal virus que nos arrinconó desde el año pasado se hubiera desvanecido por obra y gracia de la suerte. Es cierto que las realidades y necesidades diarias nos cuestionan permanentemente hacia un lado y hacia otro; que si UCI ocupadas entonces decretar toques de queda y limitar libertades individuales, que comercio quebrado y desempleo obligan a flexibilizar medidas para reactivar economía, que el Gobierno anuncia que las vacunas ya casito llegan –incluso las rusas, que ironía-, entonces lanza con bombos y platillos una plataforma para inscribirse en las EPS –sí, las mismas EPS que tienen quebrado el sistema de salud con su “sangüijuela” intermediación y donde las citas con especialistas se demoran mínimo seis meses; háganos el bendito favor-.
Todo los días se reciben mensajes contradictorios de todas partes, desde las redes sociales y medios de comunicación: si vacunarse o no, cuál vacuna tiene más efectividad, menos problemas y riesgos secundarios según los casos que comenzamos a conocer; teorías conspirativas versus la ciencia, a lo cual se suman los más notorios desatinos comunicacionales de los gobiernos nacional y local, con escasa claridad y poca contundencia.
Por ejemplo, el Ministro de Salud dice que hay que seguir con las alertas arriba, pero que los niños ya pueden ir de forma absolutamente segura en alternancia a colegios, pero ni él ni la Ministra de Educación responden con certeza si ya están al día las instalaciones de las instituciones educativas, totalmente adecuadas, con las medidas de bioseguridad, distanciamiento y logística necesarias para el año escolar, incluidos tapabocas, alcohol, desinfectantes y demás.
Por el otro, el Ministro de Comercio invita a viajar, vacacionar de nuevo, abrir hoteles, centros de recreación, mientras las mismas autoridades de salud avisan del extremo cuidado que debe tenerse al hacer esas actividades, y que se recuerde que el plan de vacunación va por fases, que tomará varios meses o más de un año para completar las dosis que se requiere de inmunidad y hasta entonces todo es un riesgo.
Igualmente, nos sucede en Ibagué. Este fin de semana particularmente parecía que todo andaba “divinamente”, aglomeraciones por aquí y por allá, locales a reventar de personas echando pola y guaro porque se levantó el toque de queda y se pusieron en marcha sectores comerciales. Así como se es sede de un evento de patinaje internacional con un pocotón de niños y jóvenes de todas partes recorriendo la ciudad y juntándose unos con otros. Pero al tiempo, sale el asesor médico de la Gobernación del Tolima y la Alcaldía de Ibagué a decir que el descenso en la ocupación de las camas UCI se debe a una mayor mortalidad, algo así como que gracias a que varios murieron de Covid se desocuparon las camas y bajó la ocupación de esas unidades especializadas; por tanto, abramos el comercio y todo de nuevo, asunto arreglado.
Pero era el mismo personaje que hace poquitos días también decía que la ciudad estaba a punto de ver morir gente a la puerta de los hospitales porque las UCI estaban a reventar por la cantidad de aglomeraciones que veía. O sea, las aglomeraciones eran malas entonces, ¿pero ahora que la Alcaldía abrió todo y hay un evento internacional que trajo más gente no? ¿Dónde está el nivel de coherencia del mensaje oficial? Ante ese panorama construido evidente dual, dicen los psicólogos y sociólogos, que la gente siempre preferirá aquello que le permita un poco de falsa tranquilidad, de hacerle olvidar los problemas y la verdad de forma temporal, de dar la espalda a la realidad y generarse una satisfacción momentánea, una ficticia tranquilidad. En este caso, un falso triunfalismo Covid, producto la poca claridad en lo que expresan quienes tiene que ejemplificar. Coherencia, señores, coherencia.
Comentarios